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Mi mirada sobre “Belleza” (1993), en la exposición Olafur Eliasson: en la vida real, Museo Guggenheim Bilbao, 2020

Mi mirada sobre “Belleza” (1993), en la exposición Olafur Eliasson: en la vida real, Museo Guggenheim Bilbao, 2020

"Otras miradas/ Other views" sobre "Olafur Eliasson: en la vida real", en el Museo Guggenheim Bilbao

July 26, 2020

[ENGLISH version below]

Tras su paso por la Tate Modern, la espectacular Olafur Eliasson: en la vida real había llegado al Museo Guggenheim de Bilbao antes de que estallara la pandemia como tal. Comisariada por Mark Godfrey y Lucía Agirre, la exposición constituye un recorrido por la obra del artista danés/islandés entre 1990 y el momento actual a través de una treintena de sus piezas de muy diferente naturaleza, aunque con un punto común: el hecho de que sitúan al espectador en el núcleo de la obra de arte.

Olafur Eliasson se interesa por la percepción del mundo y nos conduce a través de sus trabajos a un cuestionamiento de la experiencia sobre aquello que nos rodea; también a algo muy necesario en nuestros días: la aceptación de la variabilidad en la percepción humana, que de lo sensorial podemos extrapolar a lo abstracto. Surgen de su estudio en Berlín infinidad de propuestas que se materializan de muy diversas maneras. Desde obras de ingeniería a lámparas solares, todas tienen al ser humano como centro, no en el sentido de la representación sino de la recepción.

Tras la reapertura de la exposición, los responsables del museo plantearon un “reto” a ocho ilustradores: plasmar nuestra mirada personal sobre una de las piezas o instalaciones de En la vida real, y he tenido el privilegio de formar parte de este pequeño grupo de compañeros seleccionados a través del catálogo de la APIE / Euskal Irudigileak. Acompaño a Ane Pikaza, Leyre Urbeltz, Alberto Muriel, Higi Vandis, Yolanda Mosquera, Myriam Cameros y Janire Orduna en esta iniciativa denominada Otras miradas.

La visita guiada por las diferentes salas de la exposición, a cargo de Lucía Agirre, fue un verdadero lujo y nos permitió el contacto -en sentido literal- con las obras, entre las cuales debíamos escoger una para plasmar nuestra propia visión.

Elegí, sin competencia -la distribución resultó sencilla-, “Belleza”, una instalación de dimensiones variables concebida en 1993, que asépticamente podría describirse por sus componentes: foco, agua, boquillas, madera, manguera, bomba, pero que también podríamos definir, desde la percepción, como un paradójico arcoíris nocturno. La obra, pues, me resultó especialmente sugerente porque no solo ofrece una dimensión sensorial rica -visual, sonora y táctil- y por ello muy lúdica, sino que presenta también, a mi modo de ver, una carga simbólica especial: permite, en medio de una gran sala donde domina la oscuridad, el viaje al interior de un arcoíris.

Este se consigue, efectivamente, gracias a la fina neblina emitida por una serie de conductos instalados en el techo, sobre la que se proyecta la luz de un foco. La cortina de agua varía en intensidad, y también lo hace, dependiendo de la posición y la mirada del espectador, la percepción del color. En fin, probablemente poco importe esto demasiado a los visitantes más jóvenes, o a quienes por su manera de ser y experimentar lo que les rodea estén más atentos, como yo, al efecto que al mecanismo. Para mí la experiencia se centra en esa posibilidad asombrosa de escuchar, ver e incluso mojarse en un imposible: un arcoíris en medio de la oscuridad.

¿No es verdaderamente una belleza?

Lucía Agirre explica la obra desde la obra misma en este vídeo (minuto 0:45, aunque lo interesante es también el contraste con la sala anterior):

Mi primera intuición tras la visita fue la que se plasma finalmente en el resultado: una experiencia infantil de ese arcoíris mediante la técnica del estarcido. Sin embargo, alguien comentó justamente la posibilidad de realizar ese mismo motivo, de manera que decidí imtentar algo más conceptual con lo que no terminaba de identificarme -por eso no lo muestro aquí- ;), pese a reunir algunas condiciones personales.
En fin, con este intento en la recámara, me propuse probar con mi primera intuición empleando el estarcido, una técnica que aprendí con la maravillosa Julia Wauters en su taller de Vilustrado 2018 (Valladolid Ilustrado), donde experimentamos con dos posibilidades para la cubierta de un libro.

La vida es muy curiosa, y recuerdo perfectamente que disfruté muchísimo mientras pensaba que probablemente nunca volvería a emplear una técnica que no podía llevarme al sofá (uno de mis lugares preferidos para dibujar). Pues bien, dos años después es una de mis favoritas, y la he utilizado ya en distintos trabajos: un calendario, algunos artículos sobre juegos infantiles de mi amigo David Mariezkurrena y una colaboración en un artículo fantástico de Inés Puig sobre Petr Ginz en la Revista La leche. De hecho, ahora mismo estoy trabajando en dos libros con esta misma técnica, que me permite un altísimo grado de abstracción del que no soy capaz en otros casos.

Ofrezco aquí algunas fotos de las fases de este proceso.

Tras el dibujo en un papel corriente, un folleto o unas instrucciones de montaje (que también han servido alguna vez ;) ), se recorta la pieza.

Silueta.jpg

Aunque en otras ocasiones aplico la tinta en el interior de la silueta, en este caso, importaba que el fondo fuera oscuro, de manera que lo hice a la inversa. Alrededor de las siluetas recortadas fui rellenando el espacio de la página con golpecitos de la brocha bien cargada de tinta, incidiendo con brochas más estrechas para reproducir las formas del agua. A continuación, fui dando sombras a las figuras, para lo que voy recortando sus diferentes partes o empleando otras piezas de papel para cubrir aquello que debe permanecer más claro e insistir en los diferentes sombreados.

Por ejemplo, para oscurecer el vestido sobre otros elementos, habría que cubrir estos (yo lo hago pegándolos al papel con piecitas de cinta de carrocero o sujetando bien con la mano que no emplea la brocha). Lo que queda tras el proceso es un despiece de las figuras. Si uno se siente algo inseguro con el resultado, pero satisfecho con las siluetas, se podrían fotocopiar los dibujos para contar con más ocasiones de prueba (yo soy, en general, bastante kamikaze y suelo lanzarme, pero tal vez no sea lo más aconsejable).

Proceso 2.jpg

Y, después de todo, la primera prueba resultó útil en más de un sentido, y es que en ella había dibujado con lápices de colores la cascada de arcoíris, con lo que, finalmente, pude incorporarla al montaje digital.

Para mí ha sido un placer retomar tinta y brochas para plasmar mi versión de “Belleza”, este arcoíris sensorial donde cualquiera puede disfrutar imaginando lo imposible, como el surgir de una bandada de pájaros, pero otros lo harán observando la naturaleza misma de la instalación. Es una de las muchas virtudes de esta exposición fantástica: que puede disfrutarse solo o en compañía, también en familia, para compartir después miradas y sensaciones sobre las piezas que conforman “Olafur Eliasson: en la vida real”, que bien vale una nueva visita a Bilbao.

Vaya mi agradecimiento al Museo Guggenheim por la propuesta y a la APIE por su mediación y gestión en este proyecto que, realizado en un plazo breve, no ha podido estar en mejores manos.

Y cierro ya con un enlace a la nota difundida a partir de la rueda de prensa del 23 de julio en el mismo museo, donde volvimos a reunirnos para compartir los resultados de nuestras miradas sobre las diferentes obras de la exposición, que conforman este interesante y diverso mosaico:

Mosaico expo.jpg


OTHER VIEWS ON “OLAFUR ELIASSON: IN REAL LIFE”, AT THE BILBAO GUGGENHEIM MUSEUM

My own view on Beauty 1993

My own view on Beauty 1993

Afer its exhibition at the Tate Modern, the stunning Olafur Eliasson: in real life was installed at the Bilbao Guggenheim Museum before the covid-19 crisis.

Curated by Mark Godfrey (Tate) and Lucía Agirre (Guggenheim), the exhibition is a true journey across the Danish/Icelandic artist’s works between 1990 and the current time, bringing together over 30 pieces ot different nature; all of them place the visitor at the heart of the piece of art.

Olafur Eliasson puts perception and experience at the center of his work, and leads to personal questionning  of  our experience about the world that surrounds us, and thereby to acceptation of variabiliy in human perception and thinking, something so necessary nowadays. From his sudio in Berlin he offers different proposals that come to life in different ways: from enginnering works such as a bridge, to solar lamps: all of them put the human being at the center, not as representation, but mainly as recipient or adressee.

After the exhibition reopening, the Museum challenged eight illustrators to reflect our own personal view on one of the pieces of In real life, and I’m honored to be one of the chosen artists which were selected from the APIE (Basque Illustrators Association) catalog. I’m in this initiative, called Other Views along with Ane Pikaza, Leyre Urbeltz, Alberto Muriel, Higi Vandis, Yolanda Mosquera, Myriam Cameros y Janire Orduna.

The Bilbao curator, Lucía Agirre guided us on a tour of the exhibition; this was a true luxury and allowed us the contact (literally) with the different works among which we had to choose one.

I selected with no competition -I must say the disfribution was easy- Beauty, 1993, a work that could be aseptically be described as an installation of fresnel lamp, water, nozzles, hose, wood and pump, the elements that compose it, but that could also be defined as a paradoxical nocturnal rainbow. I found the work suggesting not only because of the rich experimental dimension it offers (involving sight, ear and touch): it also provides a playful experience as well as an special symbolic load as it allows the visitor a trip “inside a rainbow”.

This is possible thanks to a a curtain of fine mist spread from the ceiling of a darkened space that receives light from a spotlight that shines thorugh the water droplets, making a rainbow visible from different spots, depending on the position and look of the viewer. Anyway, this might not be very important for children visiting the room, or for people like me, that are more interested by the impression or the effect than by the means of getting this result. In my case, the true experience is this amazing possibility of listening to, looking at or even getting wet by something impossible: a rainbow in the darkness.

Isn’t it a true beauty?

My first intuition after the visit was doing something like the work I finally did: a childhood experience, but someone mentioned it , so I thougt I should try something different and more conceptual, but I could’t really identify myself with the result -that’s why I’m not showing it ;)-, so, having that first attempt ready, I tryed my first intuition using stencil, a technique I learnt from the great Julia Wauters at her wokshop in Vilustrado 2018 (Valladolid Ilustrado); on that occasion we created two differents covers for the same book.

Life is strange and I remember myself thinking I would never use that enjoyable process again (I find it really relaxing), simply because it wouldn’t suit my couch (I love drawing on the couch). Well, two years after that workshop I’ve already used stencil in two projects: a calendar commission and a collaboration for the magazine La leche, illustrating an article of Inés Puig on Petr Ginz. In fact, I’m working right now on two books with stencil, a technique that allows me a different degree or abstraction that I can’t reach with pencil or other means.

I show here some pictures of the different phases of this process.

First, I draw on any kind of paper and then cut the silhouette.

Silueta.jpg

Although on some occasions I apply ink inside the shapes, in this case I needed a dark background, so I did the process the other way around: I applied ink around the characters and then different layers of shadow inside them, covering the parts I want to keep lighter. I used different brushes to get light differences and represent texture nuances.

What remains at the end of this process are different small pieces of the original shapes. If one feels a bit insecure about the technique, I would advice making photocopies, but I’m quite a kamikaze: I tend to concentrate and usually forget about taking precautions.

descuartizamiento.jpg

And after all, that first attempt was also useful, because I used the colorpencil drawing of the rainbow curtain I had made, and I digitally assembled both layers.

It was a great pleasure to use ink and stencil brushes to depict my own vision of Beauty, this sensorial rainbow where anyone can enjoy imagining what seems impossible, as a flock of birds emerging from the intersection between light and darkness. Others might also enjoy attending at the mechanism of the installation and experiencing their own perception. This is one of the main virtues of this great exhibition that anyone can enjoy alone, but specially sharing experiences and views with friends and family. Olafur Eliasson: in real life deserves a new visit to Bilbao. 

I’m really thankful to the Guggenheim Museum for this invitation and to Euskal Irudigileak-APIE for their support in this project. I really enjoyed every step of the process, and love the great and diverse results of my colleagues:

Mosaico expo.jpg







In challenge, proceso de trabajo, reto, work process Tags ink, tinta, estarcido, pochoir, stencil, mixed media, técnica mixta
Portada.jpg

Cuando mamá llevaba trenzas (bookolia, 2018)

October 29, 2018

Cuando era niña, me encantaba rebuscar en los desvanes y cajones, donde hallaba objetos a veces misteriosos; remotos, porque hablaban de otros tiempos, y cercanos también, porque si estaban allí era porque algún vínculo tenían con la casa y la familia que la habitaba. Disfrutaba también especialmente escuchando lo que mis mayores me contaban, algunas veces a partir de mis hallazgos, acerca de sus propias vivencias o de las que a su vez les habían transmitido: quería saber qué hacían, qué comían, qué cantaban, a qué jugaban y con qué. Por eso supe cómo mi abuela hacía casas de muñecas de cartón que habitaban figuritas modeladas con miga de pan, que aquel camión azul de madera -¡con un volante que hacía girar la dirección!- se lo había construido a mi padre el suyo, que mi tía y otros niños marearon tanto a un cerdo jugando que lo mataron –con el castigo consiguiente-, que mi abuelo y sus hermanos andaban varios kilómetros y hasta cruzaban un río en barca para asistir a sus clases de música, o que mi madre aparecía compungida en aquella foto porque su padre acababa de reñirle y ella era muy sentida.

Papá y mamá con yayos.jpg

Cuando mamá llevaba trenzas nació en el curso de álbum de Marián Lario de 2015, y surgió de lo personal, sin ningún objetivo concreto, sin pensar tampoco en público potencial o editores. Mis padres ya no estaban y creo que sentía cierta urgencia por trasladar algo de sus vidas, o dejar a mis hijos algo de la mía.  En esa línea personal comencé a desarrollar el proyecto, pero a medida que avanzaba se me hacía más patente que a menudo lo individual no es sino la concreción de aspectos universales, aunque a cada uno le afecten a su modo y en distinto grado. Creo que es el caso de este álbum, que puede tener diferentes lecturas, pero que gira básicamente en torno a una cuestión universal, el paso del tiempo y lo que comporta: puertas que se cierran y puertas que se abren, si no para nosotros, para quienes vengan después; gira, pues, en torno a la memoria y la identidad que se va conformando en la infancia. No es un tema, por tanto, precisamente original; probablemente el planteamiento tampoco lo sea; pero es, eso está claro, personal y sincero. 

Lo es también porque por esas fechas yo seguía siendo básicamente una ignorante en el ámbito de la ilustración, tanto en cuanto a su ejecución como en cuanto al conocimiento sobre libros y autores; digamos que no podía recibir demasiadas influencias por ese lado. Y es personal porque yo quería atender, en palabras e imágenes, al corte profundísimo -si no radical-  que en los modos de vida había tenido lugar en los últimos veinte años, y para eso simplemente miré en mi propia historia individual y en lo que esta presentaba de diferente o novedoso para mis hijos o mis sobrinos.

[Sí, es inevitable: al fin y al cabo, es el mismo interés que me mueve en mis temas de investigación más queridos y supongo que aunque bromeo a menudo con mi doble vida, no existe realmente tal dualidad].

Así pues, tiempo e identidad, cambios, infancia, memoria, pasado y proyección son los temas a los que remite la sencilla historia de este álbum. Así lo explicaba en la sinopsis que envié a Luis Larraza -con quien ya había trabajado anteriormente en bookolia-, en principio, para conocer su opinión sobre el trabajo (esa opinión fue tan favorable que aquí estamos -gracias siempre, Luis ;)-.

3. La muerte.jpg

Queda claro que en Cuando mamá llevaba trenzas no puede haber, pues, acción trepidante, sino más bien descripción de impresiones, relaciones, actividades y momentos. De estos, hubo un proceso de selección importante, porque de una nómina de recuerdos y sensaciones bastante amplia que surgió al volver la vista atrás, han quedado finalmente diez escenas. Pero creo que estas no remiten exclusivamente a lo que allí se cuenta: los lectores adultos podrán evocar más aspectos vinculados con esos momentos; la mirada infantil sin duda inquirirá más allá también. ¿Y por qué no hacer de su lectura un momento para entender también algo mejor la infancia actual?  Creo que este es un álbum que se presta especialmente a una lectura espaciada y comentada de manera intergeneracional: con los abuelos, con el tío, con la madre..., pero en ambas direcciones: considerando la mirada del niño, pero poniendo también curiosidad por conocer sus preferencias, percepciones y opiniones. Me gustaría que este trabajo, aun pudiendo ser coherente en sí mismo, sirviera sobre todo como generador del diálogo en las casas o en las escuelas.

Con mamá.jpg

Sí, yo llevaba trenzas, y todo, absolutamente todo lo que aparece en este álbum está en mi experiencia personal: no puede haber ahí, desde luego, una mirada objetiva; sin duda hay una mirada nostálgica, la de todo adulto que ha tenido una infancia feliz en su conjunto. Pero hay ahí también algo de la mirada desapasionada que he aprendido a configurar para otros quehaceres que realizo poniendo el centro de atención en el pasado. Con esto quiero decir que no hay aquí juicios ni apreciaciones manriqueñas, sino una ventana abierta a los ojos curiosos de los lectores más jóvenes o a la mirada cómplice de los adultos, no solo hacia lo que muestra, sino también hacia lo que no muestra y sus lectores podrían actualizar a partir de sus páginas, cada cual desde sus propias experiencias.

1. El Trenzado.jpg

Es inevitable el discurrir del tiempo, son inevitables las pérdidas y el cambio, pero el porvenir trae también sus oportunidades y alegrías. Incluso en medio del escepticismo que suele conllevar la lucidez soy una optimista sin remedio. Cada momento es diferente y lo accidental de la infancia cambia, pero no su esencia. Lo que hayamos conservado de la nuestra – en un álbum de fotos, en una caja de recuerdos, en la memoria- se parecerá o será distinto de aquello que guarde quien pertenezca a una generación diferente, ni mejor ni peor: la de su tiempo. En cualquier caso, merecerá la pena –siempre la ha merecido- que convivan con nuestro presente y el de los más jóvenes algunas de las virtudes de nuestro pasado. Recordándolo, tal vez logremos en nuestro entorno próximo poner freno a la reducción de los espacios de sociabilidad, recobrar el placer sencillo del juego por el juego, retomar el contacto con la naturaleza y relajar las riendas con que tendemos a controlar cada aspecto de la infancia actual; también recuperar algo del sosiego y la dilatación del espacio y el tiempo que -seguramente amplificada desde nuestra lente de adultos- atribuimos a nuestra niñez.

Comparto en este álbum, que no es sino el relato de una conversación -la de una niña con su madre-, una parte de mi memoria personal. Ojalá estas páginas propicien a su vez otros diálogos. Ojalá logren despertar la curiosidad por conocer y el deseo de contar a través de nuestra propia caja de recuerdos, con nuestras propias fotos, en nuestra propia voz.

4. El futuro.jpg

Varias personas a las que debo mucho en este álbum ya se han mencionado más arriba: empezando por mi familia, que inspiró de un modo u otro estas páginas: mis abuelos y tíos, mis hermanos y mis padres. Mi deuda con mi madre es inmensa; quienes la conocieron –y, como maestra, fueron muchos-  lo saben. Incluso el acto cotidiano de trenzarme el pelo tantos años, central en mis recuerdos de infancia, ha tenido su fruto en este álbum, como –estoy convencida de ello- su entusiasmo por cualquier faceta de la vida lo ha tenido en todo lo que he escrito y lo que he dibujado.

Marián Lario acompañó todo el proceso desde sus inicios hasta los últimos toques, tres años después, unas veces cuestionando y otras ratificando mis decisiones, pero siempre acertadamente. Vaya un agradecimiento muy especial para ella y para mis compañeras en aquel curso fantástico, con muchas de las cuales me une hoy una amistad estrecha (es otro de los logros de esta mujer maravillosa, que incluso trenza amistades entre alumnos de cursos diferentes, como por arte de magia).

Luis Larraza, que confió en el proyecto desde el inicio, también ha contribuido con sus acertadísimas apreciaciones a la forma final de las ilustraciones, y ha cedido ante algunas de mis decisiones de estilo. Se ha ocupado también de la maquetación, con el mimo que siempre pone en los libros que pasan por sus manos. Le agradezco todo esto, pero, sobre todo, su franqueza –algo cada vez más raro de encontrar en un mundo en que se extiende una amable impostura- y su amistad.

También a él le debo la posibilidad de que el álbum vea la luz en catalán, de la mano delicada de Fàtima Sanmiguel, y en euskera, gracias a la colaboración desinteresada de Itziar Diez de Ultzurrun, con quien, desde que compartimos pupitre en la última fila de aquel lejano primer curso de Filología, no he dejado de compartir también algún café y alguna risa cuando nuestras vidas se han cruzado en nuestra pequeña ciudad de provincias. Es un verdadero lujo haber contado con su traducción y se lo agradezco también públicamente aquí.

Mis amigos y mi familia, sobre todo mis sobrinos y sobrinas, suelen prestarse con paciencia como modelos para muchos de mis dibujos o ilustraciones. En este caso, el agradecimiento especial –aunque no exclusivo ;) - va para Candela, que se avino a trenzarse el pelo para convertirse en la protagonista –mucho más guapa que yo- de estas páginas.

In books, digital Tags álbum ilustrado, tinta, ink, técnica mixta, mixed media, infancia, childhood
Crisol texto pequeño.jpg

Crisol de cuerda [tradicional] 2018 ALQUIMIA

February 6, 2018

Cuando David Aznar se puso en contacto conmigo, pensé que Vegetal Jam iba a acercarse a mi ciudad, o que a lo mejor querían emplear en algo un dibujito a tinta que les había hecho hace algún tiempo, así que la propuesta para poner la imagen a la undécima edición de Crisol de Cuerda me pilló del todo desprevenida. Para mi familia, este agosto tendrá lugar la séptima cita con el campamento musical liderado por Alasdair Fraser y Natalie Haas, uno de los varios que componen su programa anual de cursos y talleres. Sí, no hace falta desplazarse a California, Australia o Escocia: basta con acercarse a Arlanzón (Burgos) para disfrutar de una experiencia única de aprendizaje e intercambio vital y musical, o, como en mi caso, de escucha gozosa, con algunos de los mejores del panorama internacional del folk.

El entusiasmo se debía a varias razones: Crisol es un espacio real y afectivo que ha acompañado el crecimiento personal y musical de mi hijo menor y, además, me encanta la música pero también dibujar músicos,  en directo y en diferido ;). Sin embargo, he decir con toda sinceridad que, a pesar de haber abocetado ya en ocasiones también a quienes participan en este encuentro, nunca se me había pasado por la cabeza la posibilidad de plasmar la imagen de una de las ediciones. En fin, que la invitación fue una sorpresa y también, como se verá enseguida, un reto.

El tema de esta edición de 2018 iba a ser “Alquimia” y las indicaciones, aunque muy generales y, por tanto, generosas, me aterrorizaron. Sí, el encargo era un auténtico desafío: primero, porque el listón de los años anteriores estaba muy alto y, segundo, porque mis predecesores se habían ajustado como un guante a esas indicaciones generales: imaginativo, bucólico, fantástico (glups)  y…  ¡con color! (arrrrrggg). El soponcio se entiende porque, vale, alguna vez hago cosillas imaginativas –pero sin pasarme- y a menudo dibujo músicos, pero justamente en este tema me suelo apañar con el blanco y negro; como mucho, alguna nota esporádica de color (ya se ha visto aquí y aquí).

Pero como soy una optimista natural, y una fan absoluta e incondicional de Crisol, tenía que hacerlo.

La cuestión del color era para mí lo más complicado, así que opté por una técnica mixta de dibujo a lápiz y color digital, un procedimiento que me permitiría hacer cambios tanto en la composición como en la paleta general o los detalles, porque me sentía realmente insegura en cuanto a mis posibilidades de ajustarme a las expectativas. [Ay, qué haría yo ahora sin el bendito Photoshop, y eso que lo manejo como una cuasianalfabeta digital; en buena hora me inscribí en el curso de técnica mixta de Natalí Sejuro en la escuela de ilustración de Marián Lario]. 

En primer lugar, planteé un par de bocetos; digamos que uno de "enfoque micro" y otro de "enfoque macro": la alquimia produciéndose dentro de un alambique cristalino o lo mismo pero creándose desde fuera, en una escena en que también participase la naturaleza: en cualquier caso, buscaba reflejar la confluencia de estilos e inspiraciones, la interacción personal y con el entorno para crear o componer algo nuevo.

BOCETOS.jpg

La segunda fue la opción elegida por el equipo, así que a partir del boceto, volví a la documentación: músicos e instrumentos, pipetas, redomas, crisoles y alambiques; y de ahí, a dibujar a lápiz los diferentes elementos por separado. Recorté algunas figuras  para hacer pruebas manuales antes de pasar a la composición digital.

Recortes grande.jpg

Y llegaba el temido momento del color, porque yo soy fundamentalmente de blanco y negro, como mucho de neutros,  y Crisol en agosto es LUZ. Confieso que comencé con tonos más vivos y saturados en los protagonistas, pero iba apagándolos en versiones sucesivas, y hasta probé a convertir la escena en nocturna, de manera que destacara más la melodía que destilan los árboles e instrumentos (me encantan estos poderes demiúrgicos que confiere el Potochof), pero, finalmente, tras varias pruebas de fondos en distintos tonos –que llevaron a algunos otros cambios-, acordamos irnos a este, sobre el que ya hice los últimos ajustes.

En el pintado digital suelo emplear pinceles propios, con los que me siento más cómoda que con los que el programa trae por defecto.

Crisol 2018 RGB web.jpg

Y un inciso importante: por si lo del color no fuera suficiente zozobra, me tocó convivir en esta fase de trabajo digital -eran vacaciones- con el lijador del suelo del salón, cuya máquina tenía un cable estropeado y si los plomos no saltaron cincuenta veces no saltaron ninguna. Qué fue aquello… NUNCA MÁAAAASSSS.

En fin; se fue finalmente el señor lijador –qué bonito suelo, eso sí-  y yo, siguiendo mis tendencias mortecinas, aún iba oscureciendo el asunto, probando con algo de atmósfera que hiciera destacar la luz que emergía del caldero y las redomas, pero Andrés Ferrando, que se encargaba del resto del diseño, lo veía demasiado oscuro, y... tenía razón, así que ganó la versión más luminosa. Él se ocupó, además, de la composición del texto y el conjunto quedó así en el roll up del stand de Crisol en el Barcelona Fiddle Congress, que coincidió con el inicio de las inscripciones en esta aldea musical.

roll up 1.jpg

Confío en que el resultado pueda dar cuenta, siquiera aproximadamente, de algunos de los filtros que se cuecen en Crisol de cuerda: una experiencia intercultural e intergeneracional, donde se hace patente la riqueza de la diversidad en edades, estilos, trayectos vitales, lenguas y pareceres que, como en un crisol, se funden en una melodía que, siendo tradicional, no deja de ser creación innovadora; siendo colectiva y unitaria, no solo mantiene vivos sino que potencia los tintes personales.

Y sí, entiendo la curiosidad, así que no terminemos sin una mirada a un poco de lo que fue la edición del décimo aniversario, "Raíces", aquí. 

In digital, music, música, proceso de trabajo, work process, cartel Tags lápiz, pencil, técnica mixta
Detalle de la primera ilustración -en el proceso- , que definió al personaje.

Detalle de la primera ilustración -en el proceso- , que definió al personaje.

MARTA ESTÁ HARTA. PROCESO

April 21, 2017

Ya señalaba en la entrada anterior que uno de los temas que trata este precioso cuento rimado de Rebecca Gil es la necesidad de aceptación -la necesidad de amor, en definitiva- y lo que las personas hacemos para conseguirlos, algunas veces empleando ciertas máscaras, las que pensamos que agradarán a aquellos de quienes esperamos atención y afecto. 

El texto es de una hermosa sencillez aparente, porque ese es precisamente el mérito de los cuentos de Meraki Tanttak: que logran expresar en un lenguaje universal emociones complejas en una estructura narrativa. Sí, esas cosas que hace el lenguaje poético, pero en el relato: una de las formas más universales que el ser humano ha tenido desde tiempos ancestrales para expresar la complejidad de lo que siente y le rodea.

No, no quiero irme por otros derroteros, pero si ilustrar un texto es expresar y complementar gráficamente lo que las palabras dicen, importaba aquí, efectivamente, narrar lo que acontece a los personajes, pero también trasladar un poquito del lenguaje simbólico y poético de aquellas y, si fuera posible, contribuir con la imagen a esa poesía. 

Solo diré que en Marta hay metáforas textuales que se traducen en la imagen literalmente, y nuevas metáforas visuales que son una prolongación de las anteriores y a las que el receptor hallará sentido gracias al texto. 

Por eso también la simplificación de los fondos: se trata de centrar la atención en lo que sucede y en los mensajes que transmiten los personajes y elementos representados. 

Marta surgió enseguida del papel, alguien sencillo y normal, que no tiene otro motivo para ocultarse tras una careta que el deseo de formar parte de un grupo,  y que, como cualquiera de nosotros, puede usar máscaras diferentes en función de las distintas ocasiones y personas con quienes deseamos encajar.

Sí, sí: ya llegamos al proceso, pero es que antes del proceso está la idea ;) 

Lo esencial del storyboard definitivo se fijó pronto, aunque es cierto que replanteé alguna de las composiciones: unas veces pronto, y otras sobre la marcha. En cualquier caso, se trataba de variar  estableciendo cierta alternancia de planos.

En la parte de documentación, además de las poses de las figuras, me correspondió buscar algún elemento, como el teatrillo móvil, la pieza de control de un títere, o las "flores extrañas" de una de las ilustraciones, pero la mayor parte de las máscaras es pura invención.

Ya he dicho -y quien me conozca un poquito lo sabe- que disfruto con el lápiz, y es así como he trabajado en este caso el dibujo. Siempre parcialmente, porque el cuaderno de esbozo A4 que he empleado resulta insuficiente para todo el ancho de la doble ilustración. Y ¿por qué así? Sencillamente porque ahí empecé a ver qué salía, y salió la primera, así que, por mantener la unidad, en el cuaderno de esbozo seguí. Las figuras o grupos de figuras de una misma escena se dispersan, pues, a veces a lo largo de varias páginas que, escaneadas, me han permitido jugar con su ubicación y proporciones, aunque la composición general había quedado bastante fijada desde el inicio.

Las tres piezas de esta ilustración, que me apeteció colorear, recortar y montar manualmente a posteriori. 

Las tres piezas de esta ilustración, que me apeteció colorear, recortar y montar manualmente a posteriori. 

Algunas -pocas- veces el encaje ha sido completamente manual, y no muy sofisticado: 

Uno de los originales (dos en realidad), acoplado con cinta adhesiva antes de escanear.

Uno de los originales (dos en realidad), acoplado con cinta adhesiva antes de escanear.

Las vacaciones de Navidad me brindaron una continuidad de la que raramente dispongo, y la aproveché para dibujar todo el cuento y evitar el riesgo de que espaciar esta fase restara unidad al trabajo -el tiempo acarrea cambios, y puede suceder que en el camino entre la primera y la última ilustración del trabajo el trazo o el estilo se alteren en función de muchos factores-.

Y fInalmente, tras dibujar las nueve dobles ilustraciones de este texto, pasé al color, que es digital, aplicado con pinceles propios, y que tiene también su función. Pero esta se desvela a medida que la historia progresa, así que habrá que descubrirlo sobre el papel. Y eso está en las manos de los futuros lectores, que pueden dar vida a Marta y a los personajes que la acompañan en Meraki Tanttak pinchando AQUÍ. 

Todos ellos quieren favorecer la comprensión de uno mismo y de quienes nos rodean, crear empatía, mover las emociones y los sentimientos desde distintas vertientes de creación artística. 

 

 

In boceto, books, collage, digital, proceso de trabajo, work process Tags pencil, lápiz, mixed media, técnica mixta

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