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Concha Pasamar Illustration

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CRACKLEBOX FINAL.jpg

The Intimacy of Strangers, CRACKLEBOX (2019)

December 18, 2019

Llegué a saludar personalmente a Diego Caro hace unos diez o doce años, en el campus, cuando él acompañaba a una alumna mía de por aquel entonces, pero llevábamos tiempo ya reuniéndonos virtualmente, junto con otros asiduos, en La idea del Norte, el blog de nuestro amigo común Mariano Jiménez, que nos surtía a través de la pantalla de recomendaciones literarias, musicales, cinematográficas y también (y sobre todo) de apuntes personales en aquella maravillosa sección de “Asuntos propios”. En 2009 -acabo de comprobarlo-, curiosamente, Diego diseñaba la cubierta y yo firmaba el prólogo del segundo volumen en papel de aquella bitácora personal. Ahora me ha tocado a mí poner la imagen a la carátula del disco del que él ha compuesto gran parte de la música y la letra. Vueltas y revueltas de la vida.

Pues bien, la Idea echó un día el cierre, pero el contacto con este arquitecto que realiza su tesis doctoral en Hong Kong, donde da clases en la universidad, ha seguido a través de las redes sociales (también tiene un blog al que merece la pena asomarse). Él encauza una parte de su creatividad en Cracklebox, una banda internacional de pop-rock melódico de Hong Kong en la que han confluido dos ingleses, un estadounidense, un francés y un español -sí, suena un poco a chiste clásico ;)-. De este modo se describen en la página de Sobering Reflections, el trabajo que lanzaron con tres primeros temas -ahora contenidos en el nuevo álbum-en agosto de 2018:

Cracklebox brings together the musical talents of four countries to create an energetic and pulsing sonic palette that sweeps from a classic rock sound to melodic pop, delivering a blend of music and mirth as seamlessly as two sides of a circle.

En aquel verano me resultó imposible colaborar con este lanzamiento en un videoclip del grupo, pero a principios de este pasado octubre me llegó esta propuesta a la que no me pude resistir. Y esto por dos motivos.

En primer lugar, porque me gusta la música que hace Cracklebox, que me trae ecos de ese mismo género en las últimas décadas del XX (entre las muchas músicas que me han gustado están grupos como Crowded House o Keane, por mencionar un par a cuyo sonido me recuerdan, sobre todo por la parte vocal). Ellos mismos confiesan, sin embargo, otras influencias que se perciben también, creo: Red Hot Chilli Peppers, Incubus, Coldplay, Pink Floyd, Oasis, the National... En realidad, cada cual bebe de sus propias fuentes, y el resultado puede juzgarse en temas como este Fall with you, uno de mis favoritos:

Sí, Cracklebox suena muy bien.

Pero, además, la petición venía ya acompañada de una idea que me vi capaz de representar. No siempre sucede así, y creo que hay que considerar los retos, pero también conocer los propios límites. La idea en cuestión consistía en dos sujetos enfrentados y “neutros”, desde cuyas cabezas se proyectarían diferentes elementos, y con diferentes me refiero también a dispares entre sí y contrastados con respecto de las figuras. El título del álbum iba a ser The Intimacy of Strangers, y se me concedía libertad para usar dibujo o collage, o ambos. De los correos electrónicos cruzados y de los temas que ya había escuchado se desprendía cierta idea del “ruido vital” que puede producir una urbe como Hong Kong y yo creí también percibir una sensación de cambio personal, de transición hacia la madurez, y de crisis (coincidía, también, nuestra conversación en diferido con la agitación de las protestas, la represión y los enfrentamientos de finales de octubre y principios de noviembre).

Contaba con poco tiempo -coincidía la propuesta con otras que no iba a poder atender-, pero se trataba de hacer una única imagen, pues el álbum iría en formato digital, y quedamos en que del resto de ajustes (fijar el texto definitivo u otros detalles) podría ocuparse Diego.

Vi enseguida la posibilidad de reflejar esa neutralidad de las figuras mediante la grisura del lápiz, de manera que dibujé dos perfiles contrapuestos algo andróginos y sin adornos, basados en alguna fotografía para mantener cierto realismo en las sombras, esencialmente, pero con una interpretación muy libre y “rapando” el pelo a los protagonistas. Esta fase fue trabajo de sofá un jueves por la noche, para intentar aprovechar el fin de semana, que era de tres días, coincidiendo con el festivo del primero de noviembre.

Conseguí, además, controlar el impulso de recortar los originales (frenar esos impulsos me cuesta bastante si estoy muy concentrada en la tarea de crear algo, ay), así que los escaneé para poder hacer pruebas -aunque finalmente salió con la primera ;)-.

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Quedaba, pues, recortar las cabezas, rebuscar entre las revistas (normalmente no tengo muchas, pero había reunido unas cuantas, además de algunos folletos de viajes) y comenzar a jugar.

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Mientras, iban llegando más temas, que hablaban de asuntos variados: hay amor en Eve, las adicciones están en el fondo de Malevolent Shadow, la paternidad en Talking to myself, el paso del tiempo en Find our way o un terrible suceso acontecido en el metro de HK -un hombre se prendió fuego en un vagón- en Risk Factor. La idea era reflejar también esa heterogeneidad en la metáfora visual: la mente como continente y propagador de ideas, vivencias, sentimientos, obsesiones.

Diego me había manifestado su interés en conservar el trabajo original, por eso realicé un collage manual, algo que complicaba algo la tarea en el sentido de que debería encontrar elementos que más o menos guardaran las proporciones que imaginaba para ellos en relación con los individuos. Me hice con recortes diferentes e hice distintas pruebas que fotografié para poder mostrarlos antes de encolar. Me pareció que la solución de los bustos mediante relieves que produjeran un efecto de insularidad se ajustaba también al concepto.

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Aunque probé también otras disposiciones o ideas, que cristalizaron, entre otras, en esta imagen (que terminó finalmente en el reciente catálogo de Euskal Irudigileak, por cierto). Se la mostré también a Diego, junto con otras cuantas pruebas, pero como un producto más del juego, sin vínculo con el trabajo:

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Los resultados fueron muy bien acogidos y, tras verlo con el resto de la banda, finalmente también esta última imagen aportó algo, pues decidimos que podría ser interesante usar un fondo en acuarela pero yendo más a azules, y también que la comunicación que se desprendía del gesto de las cabezas en la propuesta verde podía resultar interesante, así como añadir más elementos presentes o aludidos en las canciones y establecer también una conexión entre los de ambos individuos. Preferí, por si era necesario hacer cambios, manchar el fondo por separado y colocarlo después con Photoshop, y propuse una última prueba:

(Está claro que no valgo para fotógrafa de IG :P)

(Está claro que no valgo para fotógrafa de IG :P)

Quedaba por afinar si se añadían nuevos elementos y, sobre, todo, la disposición del texto. Aporto aquí una de mis propuestas finales (fueron unas cuantas), con el nombre del grupo disperso entre el totum revolutum superior, que logré enviar el martes después del puente, según una idea de disposición del título del propio Diego. Con eso quedaba lista la parte del trabajo a la que me podía comprometer por entonces.

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El cierre de la universidad por los disturbios de principios de noviembre en Hong Kong proporcionó algo de tiempo al grupo para revisar esos aspectos pendientes, y me presentaron con muchísimo respeto una versión que incorporaba digitalmente nuevos elementos con sentido para la banda, indicando que podía permanecer la anterior versión si no me parecía bien la nueva. Yo entiendo, sin embargo, que esa incorporación forma parte del proceso de negociación del resultado y que, de haber concebido el trabajo desde un primer momento como digital y haberse prolongado en el tiempo, podría haber dado cabida a cualquier elemento y en cualquier tamaño o color. En fin, que si las piezas nuevas presentaban un sentido para el grupo, no había ningún problema en incluirlas, porque, además, no había distorsión de mi propuesta, sino enriquecimiento. Finalmente, se decidió también una tipografía y disposición más clásica, probablemente también más clara, aunque personalmente me gustaba esa idea de dispersar las cuatro palabras del título y realizar una lectura global, no lineal.

Y la imagen que abre esta entrada es el resultado final, que puede verse en las plataformas a las que iba destinado. Pero, sobre todo, merece mucho la pena escuchar The Intimacy of Strangers (especialmente para aquellos a quienes nos pilla un poco lejos Hong Kong, donde el grupo actúa en diferentes escenarios y ocasiones). El disco está disponible a un clic en : Spotify, Apple Music, Bandcamp y SoundCloud.

Para mí ha sido un placer formar modestamente parte de este proyecto con el que he disfrutado tanto por partida doble: escuchando la música de Cracklebox mientras me concentraba en la parte lúdica que entrañaba el proceso de dibujar, recortar y componer esta imagen. Es verdaderamente una gran suerte que la vida proporcione estas ocasiones para poder seguir jugando.



In collage, digital, music, música, proceso de trabajo, work process, artcover Tags pencil, lápiz, dibujo, Cracklebox
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Cuando mamá llevaba trenzas (bookolia, 2018)

October 29, 2018

Cuando era niña, me encantaba rebuscar en los desvanes y cajones, donde hallaba objetos a veces misteriosos; remotos, porque hablaban de otros tiempos, y cercanos también, porque si estaban allí era porque algún vínculo tenían con la casa y la familia que la habitaba. Disfrutaba también especialmente escuchando lo que mis mayores me contaban, algunas veces a partir de mis hallazgos, acerca de sus propias vivencias o de las que a su vez les habían transmitido: quería saber qué hacían, qué comían, qué cantaban, a qué jugaban y con qué. Por eso supe cómo mi abuela hacía casas de muñecas de cartón que habitaban figuritas modeladas con miga de pan, que aquel camión azul de madera -¡con un volante que hacía girar la dirección!- se lo había construido a mi padre el suyo, que mi tía y otros niños marearon tanto a un cerdo jugando que lo mataron –con el castigo consiguiente-, que mi abuelo y sus hermanos andaban varios kilómetros y hasta cruzaban un río en barca para asistir a sus clases de música, o que mi madre aparecía compungida en aquella foto porque su padre acababa de reñirle y ella era muy sentida.

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Cuando mamá llevaba trenzas nació en el curso de álbum de Marián Lario de 2015, y surgió de lo personal, sin ningún objetivo concreto, sin pensar tampoco en público potencial o editores. Mis padres ya no estaban y creo que sentía cierta urgencia por trasladar algo de sus vidas, o dejar a mis hijos algo de la mía.  En esa línea personal comencé a desarrollar el proyecto, pero a medida que avanzaba se me hacía más patente que a menudo lo individual no es sino la concreción de aspectos universales, aunque a cada uno le afecten a su modo y en distinto grado. Creo que es el caso de este álbum, que puede tener diferentes lecturas, pero que gira básicamente en torno a una cuestión universal, el paso del tiempo y lo que comporta: puertas que se cierran y puertas que se abren, si no para nosotros, para quienes vengan después; gira, pues, en torno a la memoria y la identidad que se va conformando en la infancia. No es un tema, por tanto, precisamente original; probablemente el planteamiento tampoco lo sea; pero es, eso está claro, personal y sincero. 

Lo es también porque por esas fechas yo seguía siendo básicamente una ignorante en el ámbito de la ilustración, tanto en cuanto a su ejecución como en cuanto al conocimiento sobre libros y autores; digamos que no podía recibir demasiadas influencias por ese lado. Y es personal porque yo quería atender, en palabras e imágenes, al corte profundísimo -si no radical-  que en los modos de vida había tenido lugar en los últimos veinte años, y para eso simplemente miré en mi propia historia individual y en lo que esta presentaba de diferente o novedoso para mis hijos o mis sobrinos.

[Sí, es inevitable: al fin y al cabo, es el mismo interés que me mueve en mis temas de investigación más queridos y supongo que aunque bromeo a menudo con mi doble vida, no existe realmente tal dualidad].

Así pues, tiempo e identidad, cambios, infancia, memoria, pasado y proyección son los temas a los que remite la sencilla historia de este álbum. Así lo explicaba en la sinopsis que envié a Luis Larraza -con quien ya había trabajado anteriormente en bookolia-, en principio, para conocer su opinión sobre el trabajo (esa opinión fue tan favorable que aquí estamos -gracias siempre, Luis ;)-.

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Queda claro que en Cuando mamá llevaba trenzas no puede haber, pues, acción trepidante, sino más bien descripción de impresiones, relaciones, actividades y momentos. De estos, hubo un proceso de selección importante, porque de una nómina de recuerdos y sensaciones bastante amplia que surgió al volver la vista atrás, han quedado finalmente diez escenas. Pero creo que estas no remiten exclusivamente a lo que allí se cuenta: los lectores adultos podrán evocar más aspectos vinculados con esos momentos; la mirada infantil sin duda inquirirá más allá también. ¿Y por qué no hacer de su lectura un momento para entender también algo mejor la infancia actual?  Creo que este es un álbum que se presta especialmente a una lectura espaciada y comentada de manera intergeneracional: con los abuelos, con el tío, con la madre..., pero en ambas direcciones: considerando la mirada del niño, pero poniendo también curiosidad por conocer sus preferencias, percepciones y opiniones. Me gustaría que este trabajo, aun pudiendo ser coherente en sí mismo, sirviera sobre todo como generador del diálogo en las casas o en las escuelas.

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Sí, yo llevaba trenzas, y todo, absolutamente todo lo que aparece en este álbum está en mi experiencia personal: no puede haber ahí, desde luego, una mirada objetiva; sin duda hay una mirada nostálgica, la de todo adulto que ha tenido una infancia feliz en su conjunto. Pero hay ahí también algo de la mirada desapasionada que he aprendido a configurar para otros quehaceres que realizo poniendo el centro de atención en el pasado. Con esto quiero decir que no hay aquí juicios ni apreciaciones manriqueñas, sino una ventana abierta a los ojos curiosos de los lectores más jóvenes o a la mirada cómplice de los adultos, no solo hacia lo que muestra, sino también hacia lo que no muestra y sus lectores podrían actualizar a partir de sus páginas, cada cual desde sus propias experiencias.

1. El Trenzado.jpg

Es inevitable el discurrir del tiempo, son inevitables las pérdidas y el cambio, pero el porvenir trae también sus oportunidades y alegrías. Incluso en medio del escepticismo que suele conllevar la lucidez soy una optimista sin remedio. Cada momento es diferente y lo accidental de la infancia cambia, pero no su esencia. Lo que hayamos conservado de la nuestra – en un álbum de fotos, en una caja de recuerdos, en la memoria- se parecerá o será distinto de aquello que guarde quien pertenezca a una generación diferente, ni mejor ni peor: la de su tiempo. En cualquier caso, merecerá la pena –siempre la ha merecido- que convivan con nuestro presente y el de los más jóvenes algunas de las virtudes de nuestro pasado. Recordándolo, tal vez logremos en nuestro entorno próximo poner freno a la reducción de los espacios de sociabilidad, recobrar el placer sencillo del juego por el juego, retomar el contacto con la naturaleza y relajar las riendas con que tendemos a controlar cada aspecto de la infancia actual; también recuperar algo del sosiego y la dilatación del espacio y el tiempo que -seguramente amplificada desde nuestra lente de adultos- atribuimos a nuestra niñez.

Comparto en este álbum, que no es sino el relato de una conversación -la de una niña con su madre-, una parte de mi memoria personal. Ojalá estas páginas propicien a su vez otros diálogos. Ojalá logren despertar la curiosidad por conocer y el deseo de contar a través de nuestra propia caja de recuerdos, con nuestras propias fotos, en nuestra propia voz.

4. El futuro.jpg

Varias personas a las que debo mucho en este álbum ya se han mencionado más arriba: empezando por mi familia, que inspiró de un modo u otro estas páginas: mis abuelos y tíos, mis hermanos y mis padres. Mi deuda con mi madre es inmensa; quienes la conocieron –y, como maestra, fueron muchos-  lo saben. Incluso el acto cotidiano de trenzarme el pelo tantos años, central en mis recuerdos de infancia, ha tenido su fruto en este álbum, como –estoy convencida de ello- su entusiasmo por cualquier faceta de la vida lo ha tenido en todo lo que he escrito y lo que he dibujado.

Marián Lario acompañó todo el proceso desde sus inicios hasta los últimos toques, tres años después, unas veces cuestionando y otras ratificando mis decisiones, pero siempre acertadamente. Vaya un agradecimiento muy especial para ella y para mis compañeras en aquel curso fantástico, con muchas de las cuales me une hoy una amistad estrecha (es otro de los logros de esta mujer maravillosa, que incluso trenza amistades entre alumnos de cursos diferentes, como por arte de magia).

Luis Larraza, que confió en el proyecto desde el inicio, también ha contribuido con sus acertadísimas apreciaciones a la forma final de las ilustraciones, y ha cedido ante algunas de mis decisiones de estilo. Se ha ocupado también de la maquetación, con el mimo que siempre pone en los libros que pasan por sus manos. Le agradezco todo esto, pero, sobre todo, su franqueza –algo cada vez más raro de encontrar en un mundo en que se extiende una amable impostura- y su amistad.

También a él le debo la posibilidad de que el álbum vea la luz en catalán, de la mano delicada de Fàtima Sanmiguel, y en euskera, gracias a la colaboración desinteresada de Itziar Diez de Ultzurrun, con quien, desde que compartimos pupitre en la última fila de aquel lejano primer curso de Filología, no he dejado de compartir también algún café y alguna risa cuando nuestras vidas se han cruzado en nuestra pequeña ciudad de provincias. Es un verdadero lujo haber contado con su traducción y se lo agradezco también públicamente aquí.

Mis amigos y mi familia, sobre todo mis sobrinos y sobrinas, suelen prestarse con paciencia como modelos para muchos de mis dibujos o ilustraciones. En este caso, el agradecimiento especial –aunque no exclusivo ;) - va para Candela, que se avino a trenzarse el pelo para convertirse en la protagonista –mucho más guapa que yo- de estas páginas.

In books, digital Tags álbum ilustrado, tinta, ink, técnica mixta, mixed media, infancia, childhood
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Crisol de cuerda [tradicional] 2018 ALQUIMIA

February 6, 2018

Cuando David Aznar se puso en contacto conmigo, pensé que Vegetal Jam iba a acercarse a mi ciudad, o que a lo mejor querían emplear en algo un dibujito a tinta que les había hecho hace algún tiempo, así que la propuesta para poner la imagen a la undécima edición de Crisol de Cuerda me pilló del todo desprevenida. Para mi familia, este agosto tendrá lugar la séptima cita con el campamento musical liderado por Alasdair Fraser y Natalie Haas, uno de los varios que componen su programa anual de cursos y talleres. Sí, no hace falta desplazarse a California, Australia o Escocia: basta con acercarse a Arlanzón (Burgos) para disfrutar de una experiencia única de aprendizaje e intercambio vital y musical, o, como en mi caso, de escucha gozosa, con algunos de los mejores del panorama internacional del folk.

El entusiasmo se debía a varias razones: Crisol es un espacio real y afectivo que ha acompañado el crecimiento personal y musical de mi hijo menor y, además, me encanta la música pero también dibujar músicos,  en directo y en diferido ;). Sin embargo, he decir con toda sinceridad que, a pesar de haber abocetado ya en ocasiones también a quienes participan en este encuentro, nunca se me había pasado por la cabeza la posibilidad de plasmar la imagen de una de las ediciones. En fin, que la invitación fue una sorpresa y también, como se verá enseguida, un reto.

El tema de esta edición de 2018 iba a ser “Alquimia” y las indicaciones, aunque muy generales y, por tanto, generosas, me aterrorizaron. Sí, el encargo era un auténtico desafío: primero, porque el listón de los años anteriores estaba muy alto y, segundo, porque mis predecesores se habían ajustado como un guante a esas indicaciones generales: imaginativo, bucólico, fantástico (glups)  y…  ¡con color! (arrrrrggg). El soponcio se entiende porque, vale, alguna vez hago cosillas imaginativas –pero sin pasarme- y a menudo dibujo músicos, pero justamente en este tema me suelo apañar con el blanco y negro; como mucho, alguna nota esporádica de color (ya se ha visto aquí y aquí).

Pero como soy una optimista natural, y una fan absoluta e incondicional de Crisol, tenía que hacerlo.

La cuestión del color era para mí lo más complicado, así que opté por una técnica mixta de dibujo a lápiz y color digital, un procedimiento que me permitiría hacer cambios tanto en la composición como en la paleta general o los detalles, porque me sentía realmente insegura en cuanto a mis posibilidades de ajustarme a las expectativas. [Ay, qué haría yo ahora sin el bendito Photoshop, y eso que lo manejo como una cuasianalfabeta digital; en buena hora me inscribí en el curso de técnica mixta de Natalí Sejuro en la escuela de ilustración de Marián Lario]. 

En primer lugar, planteé un par de bocetos; digamos que uno de "enfoque micro" y otro de "enfoque macro": la alquimia produciéndose dentro de un alambique cristalino o lo mismo pero creándose desde fuera, en una escena en que también participase la naturaleza: en cualquier caso, buscaba reflejar la confluencia de estilos e inspiraciones, la interacción personal y con el entorno para crear o componer algo nuevo.

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La segunda fue la opción elegida por el equipo, así que a partir del boceto, volví a la documentación: músicos e instrumentos, pipetas, redomas, crisoles y alambiques; y de ahí, a dibujar a lápiz los diferentes elementos por separado. Recorté algunas figuras  para hacer pruebas manuales antes de pasar a la composición digital.

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Y llegaba el temido momento del color, porque yo soy fundamentalmente de blanco y negro, como mucho de neutros,  y Crisol en agosto es LUZ. Confieso que comencé con tonos más vivos y saturados en los protagonistas, pero iba apagándolos en versiones sucesivas, y hasta probé a convertir la escena en nocturna, de manera que destacara más la melodía que destilan los árboles e instrumentos (me encantan estos poderes demiúrgicos que confiere el Potochof), pero, finalmente, tras varias pruebas de fondos en distintos tonos –que llevaron a algunos otros cambios-, acordamos irnos a este, sobre el que ya hice los últimos ajustes.

En el pintado digital suelo emplear pinceles propios, con los que me siento más cómoda que con los que el programa trae por defecto.

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Y un inciso importante: por si lo del color no fuera suficiente zozobra, me tocó convivir en esta fase de trabajo digital -eran vacaciones- con el lijador del suelo del salón, cuya máquina tenía un cable estropeado y si los plomos no saltaron cincuenta veces no saltaron ninguna. Qué fue aquello… NUNCA MÁAAAASSSS.

En fin; se fue finalmente el señor lijador –qué bonito suelo, eso sí-  y yo, siguiendo mis tendencias mortecinas, aún iba oscureciendo el asunto, probando con algo de atmósfera que hiciera destacar la luz que emergía del caldero y las redomas, pero Andrés Ferrando, que se encargaba del resto del diseño, lo veía demasiado oscuro, y... tenía razón, así que ganó la versión más luminosa. Él se ocupó, además, de la composición del texto y el conjunto quedó así en el roll up del stand de Crisol en el Barcelona Fiddle Congress, que coincidió con el inicio de las inscripciones en esta aldea musical.

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Confío en que el resultado pueda dar cuenta, siquiera aproximadamente, de algunos de los filtros que se cuecen en Crisol de cuerda: una experiencia intercultural e intergeneracional, donde se hace patente la riqueza de la diversidad en edades, estilos, trayectos vitales, lenguas y pareceres que, como en un crisol, se funden en una melodía que, siendo tradicional, no deja de ser creación innovadora; siendo colectiva y unitaria, no solo mantiene vivos sino que potencia los tintes personales.

Y sí, entiendo la curiosidad, así que no terminemos sin una mirada a un poco de lo que fue la edición del décimo aniversario, "Raíces", aquí. 

In digital, music, música, proceso de trabajo, work process, cartel Tags lápiz, pencil, técnica mixta
Detalle de la primera ilustración -en el proceso- , que definió al personaje.

Detalle de la primera ilustración -en el proceso- , que definió al personaje.

MARTA ESTÁ HARTA. PROCESO

April 21, 2017

Ya señalaba en la entrada anterior que uno de los temas que trata este precioso cuento rimado de Rebecca Gil es la necesidad de aceptación -la necesidad de amor, en definitiva- y lo que las personas hacemos para conseguirlos, algunas veces empleando ciertas máscaras, las que pensamos que agradarán a aquellos de quienes esperamos atención y afecto. 

El texto es de una hermosa sencillez aparente, porque ese es precisamente el mérito de los cuentos de Meraki Tanttak: que logran expresar en un lenguaje universal emociones complejas en una estructura narrativa. Sí, esas cosas que hace el lenguaje poético, pero en el relato: una de las formas más universales que el ser humano ha tenido desde tiempos ancestrales para expresar la complejidad de lo que siente y le rodea.

No, no quiero irme por otros derroteros, pero si ilustrar un texto es expresar y complementar gráficamente lo que las palabras dicen, importaba aquí, efectivamente, narrar lo que acontece a los personajes, pero también trasladar un poquito del lenguaje simbólico y poético de aquellas y, si fuera posible, contribuir con la imagen a esa poesía. 

Solo diré que en Marta hay metáforas textuales que se traducen en la imagen literalmente, y nuevas metáforas visuales que son una prolongación de las anteriores y a las que el receptor hallará sentido gracias al texto. 

Por eso también la simplificación de los fondos: se trata de centrar la atención en lo que sucede y en los mensajes que transmiten los personajes y elementos representados. 

Marta surgió enseguida del papel, alguien sencillo y normal, que no tiene otro motivo para ocultarse tras una careta que el deseo de formar parte de un grupo,  y que, como cualquiera de nosotros, puede usar máscaras diferentes en función de las distintas ocasiones y personas con quienes deseamos encajar.

Sí, sí: ya llegamos al proceso, pero es que antes del proceso está la idea ;) 

Lo esencial del storyboard definitivo se fijó pronto, aunque es cierto que replanteé alguna de las composiciones: unas veces pronto, y otras sobre la marcha. En cualquier caso, se trataba de variar  estableciendo cierta alternancia de planos.

En la parte de documentación, además de las poses de las figuras, me correspondió buscar algún elemento, como el teatrillo móvil, la pieza de control de un títere, o las "flores extrañas" de una de las ilustraciones, pero la mayor parte de las máscaras es pura invención.

Ya he dicho -y quien me conozca un poquito lo sabe- que disfruto con el lápiz, y es así como he trabajado en este caso el dibujo. Siempre parcialmente, porque el cuaderno de esbozo A4 que he empleado resulta insuficiente para todo el ancho de la doble ilustración. Y ¿por qué así? Sencillamente porque ahí empecé a ver qué salía, y salió la primera, así que, por mantener la unidad, en el cuaderno de esbozo seguí. Las figuras o grupos de figuras de una misma escena se dispersan, pues, a veces a lo largo de varias páginas que, escaneadas, me han permitido jugar con su ubicación y proporciones, aunque la composición general había quedado bastante fijada desde el inicio.

Las tres piezas de esta ilustración, que me apeteció colorear, recortar y montar manualmente a posteriori. 

Las tres piezas de esta ilustración, que me apeteció colorear, recortar y montar manualmente a posteriori. 

Algunas -pocas- veces el encaje ha sido completamente manual, y no muy sofisticado: 

Uno de los originales (dos en realidad), acoplado con cinta adhesiva antes de escanear.

Uno de los originales (dos en realidad), acoplado con cinta adhesiva antes de escanear.

Las vacaciones de Navidad me brindaron una continuidad de la que raramente dispongo, y la aproveché para dibujar todo el cuento y evitar el riesgo de que espaciar esta fase restara unidad al trabajo -el tiempo acarrea cambios, y puede suceder que en el camino entre la primera y la última ilustración del trabajo el trazo o el estilo se alteren en función de muchos factores-.

Y fInalmente, tras dibujar las nueve dobles ilustraciones de este texto, pasé al color, que es digital, aplicado con pinceles propios, y que tiene también su función. Pero esta se desvela a medida que la historia progresa, así que habrá que descubrirlo sobre el papel. Y eso está en las manos de los futuros lectores, que pueden dar vida a Marta y a los personajes que la acompañan en Meraki Tanttak pinchando AQUÍ. 

Todos ellos quieren favorecer la comprensión de uno mismo y de quienes nos rodean, crear empatía, mover las emociones y los sentimientos desde distintas vertientes de creación artística. 

 

 

In boceto, books, collage, digital, proceso de trabajo, work process Tags pencil, lápiz, mixed media, técnica mixta

Marta está harta, en Meraki Tanttak.

April 10, 2017

Aunque ella lo explica de maravilla, me cuesta describir -por todo lo que abarca- el proyecto liderado por Rebecca Gil, en el que participo con un grupo de fantásticos ilustradores navarros y otros artistas. 

Meraki Tanttak es una propuesta novedosa y muy cuidada. Sí, un nombre raro: lo sabíamos. Compuesto del griego MERAKI y del euskera TANTTAK, de manera que puede entenderse como una lluvia que riega desde los afectos, como un conjunto de gotitas que todos, autora, ilustradores y colaboradores, hemos creado desde el corazón. Pero prefiero ceder la palabra a quien ideó este proyecto que luego hemos podido construir de manera cooperativa, abierta y afable, porque la autora lo explica junto al equipo en ESTE VÍDEO.

El interés de la idea, las posibilidades que ofrecía, la calidad de los textos y, sobre todo, de las personas que formaban parte de esta empresa entusiasta y auténtica me ilusionaron desde el primer momento, cuando aún no conocía más que la parte literaria: los once cuentos rimados que conformarían el libro ilustrado. 

Soy hija y hermana de maestras; yo misma me dedico a la enseñanza, soy madre y valoro el papel de las figuras que acompañan los aprendizajes vitales. Creo que la caja de Meraki Tanttak tiene mucho que ofrecer en la escuela, en casa, en los espacios terapéuticos, en la mesilla de los niños entre los 3 y los 99 años.

De los cuentos rimados que lo conforman, me correspondió poner en imágenes Marta está harta, un retrato-relato de algunas consecuencias de nuestro natural deseo de formar parte del grupo, de que nos quieran, en definitiva.  Como en todas las piezas o álbumes ilustrados de Meraki Tanttak, no es necesario haber vivido en primera persona las emociones de sus protagonistas para reconocerlas. En algunos cuentos advertimos un rasgo de carácter o una tendencia propia que nos hace identificarnos de manera natural con el personaje; en todos ellos apreciamos, seguro, un sentimiento que al menos alguna vez hemos experimentado o una situación de la que hemos sido testigos, participantes o meros observadores. Por eso son herramientas de autoconocimiento desde el cual comprenderse, aceptarse o construirse. 

La cuestión es que enseguida cogí papel para preparar un storyboard porque el propio texto brindaba unas posibilidades fantásticas de jugar con las palabras a representar gráficamente lo literal de las metáforas -cotidianas o literarias-, y lo cierto es que lo esencial de ese primer bosquejo en viñetas -cuatro garabatos, en realidad-  ha permanecido hasta el resultado final. Pero de eso y de procesos hablaremos en otro post. 

Nerea Araujo, de Ruah,  puso voz y música al texto, y esto es lo que por ahora podemos mostrar, porque el efecto de los cuentos quiere prolongarse de muchas maneras: desde las propuestas del volumen que acompaña a los álbumes ilustrados, y que reenvía a más recursos y lenguajes artísticos, pasando por el blog en el que podrán compartirse experiencias y materiales. 

Pero hay mucho más en Meraki Tanttak: cada persona ha puesto lo mejor de sí en un trabajo que integra diferentes estilos, técnicas y maneras de abordar la ilustración o la creación, además de toda la experiencia vital y profesional de su autora.

Financiamos este proyecto a través de una campaña de micromecenazgo (crowdfunding) en Verkami, de manera que los creadores podamos ofrecer a nuestros mecenas el producto a un precio mucho más económico, además de otras recompensas. Para saber más y colaborar con nosotros en esta empresa que busca cambiar las miradas y los corazones, solo hay que hacer clic aquí: la puerta está abierta. 

 

In books, digital, metáfora Tags pencil, lápiz, álbum ilustrado, emociones, children illustration, digital

IRIS

March 7, 2017

Hace un par de meses supe de la nueva convocatoria del Fanzine 100grados, cuyo tema era IRIS. Como me suele ocurrir, supe de ella pero "des-supe" enseguida con gran facilidad, y solo se me volvió a encender la bombilla tres días antes del fin de plazo, gracias a mi amiga Ana Salguero, que participa con asiduidad.

Al menos era sábado cuando me enteré, lo que me dio un poquito de margen para detenerme a pensar. Pero esa misma circunstancia hizo que me encontrase fuera de casa y con poco material, así que hasta el lunes (y el plazo finalizaba un martes) no dispondría tampoco de ordenador.  Pánico momentáneo, pero tampoco me complico: si no llego a las cosas, no llego.

Decidí darle una vuelta al tema, y en ello recordé una serie de Enkel Dika en la que hacía habitar un corazón, un cerebro y también un ojo por sendos personajes. En este último caso, que era el que me vino a la mente, Dika hacía hincapié en la función de la vista: un hombre adulto observaba a través de un catalejo orientado a la retina. No era eso lo que me interesaba representar ni destacar, pero puede decirse que es una inspiración directa de mi ilustración, vía memoria. Buscándola más tarde, comprobé que la obra se llama Extraordinary observer, y que no es la única ilustración en la que Dika coloca un personaje en un ojo (también lo hace en Optic blast).

Pero lo que quería para mi ilustración era una representación gráfica de una expresión figurada: aquello a lo que nos referimos cuando hablamos de mirada de niño o de ver las cosas con ojos de niño. Y esto sin que que esa representación fuera muy cerrada, porque, por otro lado, esta metonimia resulta lo suficientemente abierta como para que cada cual se la apropie e interprete a su manera. Intentaré explicarme: no quería una imagen concreta de qué o cómo ve un niño, sino simplemente 'decir' gráficamente mirada de niño, ojo de niño, algo que puede traducirse de diferente manera para cada persona y en cada caso.

De ahí el niño pintando el iris, la mirada. Una "literalización visual" de la expresión figurada es algo que me resulta atractivo y familiar -acudo a este recurso más de una vez cuando ilustro o como mero juego-. Digamos que a veces me gusta recordar gráficamente lo que la lengua encierra de irreal, imposible o incluso absurdo en la literalidad de nuestras expresiones cotidianas, como en este dibujito del cuaderno de apuntes:

Dar cuerda copia.jpg

Aquí se trataba de dar una vuelta más al asunto. De lo figurado en una expresión concreta (con ojos de niño) a lo representable gráficamente -concretamente, por tanto- (un niño pintando el ojo desde dentro) pero susceptible también de trasladar nuevos sentidos figurados (un pintar metafórico).

Así, la imagen quiere conducir a la mirada de la infancia, sostenida desde el interior de cada uno por lo que queda del niño o la niña que fuimos. Puede representar la capacidad de asombro, el gusto por el detalle, la interpretación imaginativa de lo percibido, según lo que cada cual entienda o haya experimentado como una mirada infantil (la propia o la que capta a su alrededor). Por supuesto, puede tener un sentido más amplio: no solo representa al niño que pone un filtro de color a nuestra mirada adulta, sino al que vive en nosotros, afectando a otras esferas de nuestra experiencia vital -o afectado por ellas: a menudo escondido o acallado-. 

Volviendo al proceso, aun asumiendo esa inspiración clara en Dika, preferí no recurrir directamente a ese modelo, y busqué una sección anatómica del ojo en la que se observara también el iris. Encontré algunas bastante esquemáticas, así que recogí también referencias fotográficas de distintos iris para que el resultado fuera más rico cromáticamente:

En ese ojo como habitáculo planteé luego los elementos del interior: el niño pintando a brochazos, el taburete, los botes de pintura y la bombilla (que puede también encerrar su propio simbolismo).

No quería que la imagen estuviera cronológicamente determinada, buscaba algo atemporal en los elementos, el pelo o la ropa. Y así quedó en mi cuaderno de esbozo A5, con un lápiz de mina fina (los materiales de que disponía): 

De vuelta a casa, escaneé el dibujo, ya que el papel ligero no permitía muchas opciones de color y lo pinté con Photoshop, con pinceles propios y empleando una paleta de neutros, armónicos pero complementarios, en los que me siento cómoda. Hice pruebas con diferentes fondos, con o sin texturas hasta decidirme por la versión final. Al contar el dibujo con un trazo bastante expresivo (mi modo natural de dibujar), pensé en emplear fondo liso, pero opté finalmente por dar unidad al conjunto con uno realizado con con tramas manuales digitalizadas también como pincel, en ligero contraste con con los bordes más externos del ojo y también contrastando más con el interior iluminado. En realidad, aún no tengo claro que sea la mejor opción ;); dejo aquí alguna de las pruebas intermedias:

El resultado puede verse en el contexto de la publicación en el número 16 de 100grados Fanzine (ISUU), junto con otras veintiocho variadas e interesantes propuestas que dan precisamente cuenta de cómo la mirada de los adultos sigue siendo diversa. Tal vez tenga algo que ver en ello el niño o la niña que fuimos, que anda aún por ahí haciendo de las suyas y enfocando nuestra percepción. 

 

 

In metáfora, digital, fanzine, revista, magazine Tags lápiz, pencil, digital

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