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Concha Pasamar Illustration

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Mi mirada sobre “Belleza” (1993), en la exposición Olafur Eliasson: en la vida real, Museo Guggenheim Bilbao, 2020

Mi mirada sobre “Belleza” (1993), en la exposición Olafur Eliasson: en la vida real, Museo Guggenheim Bilbao, 2020

"Otras miradas/ Other views" sobre "Olafur Eliasson: en la vida real", en el Museo Guggenheim Bilbao

July 26, 2020

[ENGLISH version below]

Tras su paso por la Tate Modern, la espectacular Olafur Eliasson: en la vida real había llegado al Museo Guggenheim de Bilbao antes de que estallara la pandemia como tal. Comisariada por Mark Godfrey y Lucía Agirre, la exposición constituye un recorrido por la obra del artista danés/islandés entre 1990 y el momento actual a través de una treintena de sus piezas de muy diferente naturaleza, aunque con un punto común: el hecho de que sitúan al espectador en el núcleo de la obra de arte.

Olafur Eliasson se interesa por la percepción del mundo y nos conduce a través de sus trabajos a un cuestionamiento de la experiencia sobre aquello que nos rodea; también a algo muy necesario en nuestros días: la aceptación de la variabilidad en la percepción humana, que de lo sensorial podemos extrapolar a lo abstracto. Surgen de su estudio en Berlín infinidad de propuestas que se materializan de muy diversas maneras. Desde obras de ingeniería a lámparas solares, todas tienen al ser humano como centro, no en el sentido de la representación sino de la recepción.

Tras la reapertura de la exposición, los responsables del museo plantearon un “reto” a ocho ilustradores: plasmar nuestra mirada personal sobre una de las piezas o instalaciones de En la vida real, y he tenido el privilegio de formar parte de este pequeño grupo de compañeros seleccionados a través del catálogo de la APIE / Euskal Irudigileak. Acompaño a Ane Pikaza, Leyre Urbeltz, Alberto Muriel, Higi Vandis, Yolanda Mosquera, Myriam Cameros y Janire Orduna en esta iniciativa denominada Otras miradas.

La visita guiada por las diferentes salas de la exposición, a cargo de Lucía Agirre, fue un verdadero lujo y nos permitió el contacto -en sentido literal- con las obras, entre las cuales debíamos escoger una para plasmar nuestra propia visión.

Elegí, sin competencia -la distribución resultó sencilla-, “Belleza”, una instalación de dimensiones variables concebida en 1993, que asépticamente podría describirse por sus componentes: foco, agua, boquillas, madera, manguera, bomba, pero que también podríamos definir, desde la percepción, como un paradójico arcoíris nocturno. La obra, pues, me resultó especialmente sugerente porque no solo ofrece una dimensión sensorial rica -visual, sonora y táctil- y por ello muy lúdica, sino que presenta también, a mi modo de ver, una carga simbólica especial: permite, en medio de una gran sala donde domina la oscuridad, el viaje al interior de un arcoíris.

Este se consigue, efectivamente, gracias a la fina neblina emitida por una serie de conductos instalados en el techo, sobre la que se proyecta la luz de un foco. La cortina de agua varía en intensidad, y también lo hace, dependiendo de la posición y la mirada del espectador, la percepción del color. En fin, probablemente poco importe esto demasiado a los visitantes más jóvenes, o a quienes por su manera de ser y experimentar lo que les rodea estén más atentos, como yo, al efecto que al mecanismo. Para mí la experiencia se centra en esa posibilidad asombrosa de escuchar, ver e incluso mojarse en un imposible: un arcoíris en medio de la oscuridad.

¿No es verdaderamente una belleza?

Lucía Agirre explica la obra desde la obra misma en este vídeo (minuto 0:45, aunque lo interesante es también el contraste con la sala anterior):

Mi primera intuición tras la visita fue la que se plasma finalmente en el resultado: una experiencia infantil de ese arcoíris mediante la técnica del estarcido. Sin embargo, alguien comentó justamente la posibilidad de realizar ese mismo motivo, de manera que decidí imtentar algo más conceptual con lo que no terminaba de identificarme -por eso no lo muestro aquí- ;), pese a reunir algunas condiciones personales.
En fin, con este intento en la recámara, me propuse probar con mi primera intuición empleando el estarcido, una técnica que aprendí con la maravillosa Julia Wauters en su taller de Vilustrado 2018 (Valladolid Ilustrado), donde experimentamos con dos posibilidades para la cubierta de un libro.

La vida es muy curiosa, y recuerdo perfectamente que disfruté muchísimo mientras pensaba que probablemente nunca volvería a emplear una técnica que no podía llevarme al sofá (uno de mis lugares preferidos para dibujar). Pues bien, dos años después es una de mis favoritas, y la he utilizado ya en distintos trabajos: un calendario, algunos artículos sobre juegos infantiles de mi amigo David Mariezkurrena y una colaboración en un artículo fantástico de Inés Puig sobre Petr Ginz en la Revista La leche. De hecho, ahora mismo estoy trabajando en dos libros con esta misma técnica, que me permite un altísimo grado de abstracción del que no soy capaz en otros casos.

Ofrezco aquí algunas fotos de las fases de este proceso.

Tras el dibujo en un papel corriente, un folleto o unas instrucciones de montaje (que también han servido alguna vez ;) ), se recorta la pieza.

Silueta.jpg

Aunque en otras ocasiones aplico la tinta en el interior de la silueta, en este caso, importaba que el fondo fuera oscuro, de manera que lo hice a la inversa. Alrededor de las siluetas recortadas fui rellenando el espacio de la página con golpecitos de la brocha bien cargada de tinta, incidiendo con brochas más estrechas para reproducir las formas del agua. A continuación, fui dando sombras a las figuras, para lo que voy recortando sus diferentes partes o empleando otras piezas de papel para cubrir aquello que debe permanecer más claro e insistir en los diferentes sombreados.

Por ejemplo, para oscurecer el vestido sobre otros elementos, habría que cubrir estos (yo lo hago pegándolos al papel con piecitas de cinta de carrocero o sujetando bien con la mano que no emplea la brocha). Lo que queda tras el proceso es un despiece de las figuras. Si uno se siente algo inseguro con el resultado, pero satisfecho con las siluetas, se podrían fotocopiar los dibujos para contar con más ocasiones de prueba (yo soy, en general, bastante kamikaze y suelo lanzarme, pero tal vez no sea lo más aconsejable).

Proceso 2.jpg

Y, después de todo, la primera prueba resultó útil en más de un sentido, y es que en ella había dibujado con lápices de colores la cascada de arcoíris, con lo que, finalmente, pude incorporarla al montaje digital.

Para mí ha sido un placer retomar tinta y brochas para plasmar mi versión de “Belleza”, este arcoíris sensorial donde cualquiera puede disfrutar imaginando lo imposible, como el surgir de una bandada de pájaros, pero otros lo harán observando la naturaleza misma de la instalación. Es una de las muchas virtudes de esta exposición fantástica: que puede disfrutarse solo o en compañía, también en familia, para compartir después miradas y sensaciones sobre las piezas que conforman “Olafur Eliasson: en la vida real”, que bien vale una nueva visita a Bilbao.

Vaya mi agradecimiento al Museo Guggenheim por la propuesta y a la APIE por su mediación y gestión en este proyecto que, realizado en un plazo breve, no ha podido estar en mejores manos.

Y cierro ya con un enlace a la nota difundida a partir de la rueda de prensa del 23 de julio en el mismo museo, donde volvimos a reunirnos para compartir los resultados de nuestras miradas sobre las diferentes obras de la exposición, que conforman este interesante y diverso mosaico:

Mosaico expo.jpg


OTHER VIEWS ON “OLAFUR ELIASSON: IN REAL LIFE”, AT THE BILBAO GUGGENHEIM MUSEUM

My own view on Beauty 1993

My own view on Beauty 1993

Afer its exhibition at the Tate Modern, the stunning Olafur Eliasson: in real life was installed at the Bilbao Guggenheim Museum before the covid-19 crisis.

Curated by Mark Godfrey (Tate) and Lucía Agirre (Guggenheim), the exhibition is a true journey across the Danish/Icelandic artist’s works between 1990 and the current time, bringing together over 30 pieces ot different nature; all of them place the visitor at the heart of the piece of art.

Olafur Eliasson puts perception and experience at the center of his work, and leads to personal questionning  of  our experience about the world that surrounds us, and thereby to acceptation of variabiliy in human perception and thinking, something so necessary nowadays. From his sudio in Berlin he offers different proposals that come to life in different ways: from enginnering works such as a bridge, to solar lamps: all of them put the human being at the center, not as representation, but mainly as recipient or adressee.

After the exhibition reopening, the Museum challenged eight illustrators to reflect our own personal view on one of the pieces of In real life, and I’m honored to be one of the chosen artists which were selected from the APIE (Basque Illustrators Association) catalog. I’m in this initiative, called Other Views along with Ane Pikaza, Leyre Urbeltz, Alberto Muriel, Higi Vandis, Yolanda Mosquera, Myriam Cameros y Janire Orduna.

The Bilbao curator, Lucía Agirre guided us on a tour of the exhibition; this was a true luxury and allowed us the contact (literally) with the different works among which we had to choose one.

I selected with no competition -I must say the disfribution was easy- Beauty, 1993, a work that could be aseptically be described as an installation of fresnel lamp, water, nozzles, hose, wood and pump, the elements that compose it, but that could also be defined as a paradoxical nocturnal rainbow. I found the work suggesting not only because of the rich experimental dimension it offers (involving sight, ear and touch): it also provides a playful experience as well as an special symbolic load as it allows the visitor a trip “inside a rainbow”.

This is possible thanks to a a curtain of fine mist spread from the ceiling of a darkened space that receives light from a spotlight that shines thorugh the water droplets, making a rainbow visible from different spots, depending on the position and look of the viewer. Anyway, this might not be very important for children visiting the room, or for people like me, that are more interested by the impression or the effect than by the means of getting this result. In my case, the true experience is this amazing possibility of listening to, looking at or even getting wet by something impossible: a rainbow in the darkness.

Isn’t it a true beauty?

My first intuition after the visit was doing something like the work I finally did: a childhood experience, but someone mentioned it , so I thougt I should try something different and more conceptual, but I could’t really identify myself with the result -that’s why I’m not showing it ;)-, so, having that first attempt ready, I tryed my first intuition using stencil, a technique I learnt from the great Julia Wauters at her wokshop in Vilustrado 2018 (Valladolid Ilustrado); on that occasion we created two differents covers for the same book.

Life is strange and I remember myself thinking I would never use that enjoyable process again (I find it really relaxing), simply because it wouldn’t suit my couch (I love drawing on the couch). Well, two years after that workshop I’ve already used stencil in two projects: a calendar commission and a collaboration for the magazine La leche, illustrating an article of Inés Puig on Petr Ginz. In fact, I’m working right now on two books with stencil, a technique that allows me a different degree or abstraction that I can’t reach with pencil or other means.

I show here some pictures of the different phases of this process.

First, I draw on any kind of paper and then cut the silhouette.

Silueta.jpg

Although on some occasions I apply ink inside the shapes, in this case I needed a dark background, so I did the process the other way around: I applied ink around the characters and then different layers of shadow inside them, covering the parts I want to keep lighter. I used different brushes to get light differences and represent texture nuances.

What remains at the end of this process are different small pieces of the original shapes. If one feels a bit insecure about the technique, I would advice making photocopies, but I’m quite a kamikaze: I tend to concentrate and usually forget about taking precautions.

descuartizamiento.jpg

And after all, that first attempt was also useful, because I used the colorpencil drawing of the rainbow curtain I had made, and I digitally assembled both layers.

It was a great pleasure to use ink and stencil brushes to depict my own vision of Beauty, this sensorial rainbow where anyone can enjoy imagining what seems impossible, as a flock of birds emerging from the intersection between light and darkness. Others might also enjoy attending at the mechanism of the installation and experiencing their own perception. This is one of the main virtues of this great exhibition that anyone can enjoy alone, but specially sharing experiences and views with friends and family. Olafur Eliasson: in real life deserves a new visit to Bilbao. 

I’m really thankful to the Guggenheim Museum for this invitation and to Euskal Irudigileak-APIE for their support in this project. I really enjoyed every step of the process, and love the great and diverse results of my colleagues:

Mosaico expo.jpg







In challenge, proceso de trabajo, reto, work process Tags ink, tinta, estarcido, pochoir, stencil, mixed media, técnica mixta
Recreación de una disputa entre mujeres en la calle de las Carnicerías viejas de Pamplona, en 1536.

Recreación de una disputa entre mujeres en la calle de las Carnicerías viejas de Pamplona, en 1536.

Voz y letra de Mujer. Universos discursivos femeninos (siglos XVI-XIX)

May 4, 2020

No pensaba, cuando retomé el dibujo, ni más tarde, al ver publicados algunos trabajos de ilustración, que mi labor investigadora pudiera confluir algún día con esta otra actividad. Me equivocaba. Está claro que la vida puede deparar aún sorpresas.

La convergencia de intereses se ha dado en esta exposición que ha acogido en primer lugar la Biblioteca de Navarra en su patio y que pronto debería haber ya viajado a otro destino. Como tantos asuntos frenados por el covid-19, permanece aún en ese espacio fantástico, después de haber recibido visitas durante una única semana.

Expo desde arriba.jpg

Hay un doble origen en estas ilustraciones que acompañan y divulgan la tarea de una parte del equipo investigador del proyecto Universos discursivos e identidad femenina: élites y cultura popular (1500-1850) (har2017-84615-P del MINECO) . En efecto, aunque el equipo es más amplio, he trabajado en esta exposición junto con sus dos investigadores principales: Jesús Mari Usunáriz, del Dpto. de Historia, y Cristina Tabernero Sala, mi colega en el Dpto. de Filología; ambos departamentos pertenecen a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra.

No me extenderé demasiado en los entresijos de esta investigación en la que el equipo filológico debe el primer acercamiento a la documentación contenida en el Archivo General de Navarra y el Archivo Diocesano de Pamplona a nuestro colega historiador, quien ha revisado en primera instancia una cantidad ingente de materiales sobre los que luego hemos podido aplicar otros métodos y análisis. En mi caso, y por explicar cómo han venido a coincidir estas dos facetas, de las cuales este blog suele recoger solamente una, la ilustración, diré solamente que al iniciarse el inktober de 2019, me encontré con ganas de participar, como hago habitualmente, aunque andaba bastante ocupada, entre otras cosas, dando forma de capítulo a la comunicación que en septiembre había presentado al congreso de la red CHARTA en Sevilla, Documentos y monumentos para la historia de la lengua española. Me había centrado para este encuentro en algunos procedimientos gramaticales de intensificación -estrategia pragmática que los hablantes empleamos con diferentes fines- en correspondencia femenina contenida en varios litigios dieciochescos por ruptura de promesa matrimonial, y para ilustrar mi presentación power point en el congreso había recurrido a algunas pinturas de la época.

Pues bien, llegado octubre y con poca disponibilidad para pensar, se me ocurrió que hacer un dibujo diario a tinta de mujeres en actividades relacionadas con la correspondencia (escritura, sellado, lectura, entrega) podría surtirme de material propio para la próxima ocasión y, al mismo tiempo, constituir un ejercicio de sofá breve y relajante, que titulé Frufructubre (pues no se trataba más que de “zaszasear” algunos apuntes que previsiblemente se llenarían del frufrú desprendido de las sedas y otros tejidos más toscos o más leves). Simplemente quería reproducir obras o detalles de pinturas y grabados sin pensar demasiado, tarea que, por cierto, me llevó al descubrimiento de la obra de algunos pintores, como Antonio Rotari o Jean Étienne Liotard.

Tinta a partir de “Joven escribiendo una carta de amor” de Pietro Antonio Rotari (c. 1755), del Tintubre de 2019

Tinta a partir de “Joven escribiendo una carta de amor” de Pietro Antonio Rotari (c. 1755), del Tintubre de 2019

El caso es que tontamente añadí algún texto explicativo en este sentido a las primeras tintas, y resultó que las palabras también parecían interesar a los compañeros que durante aquellos días habían emprendido sus propias series. Aunque di entonces algunas pinceladas de carácter lingüístico, no quería desvelar demasiado de materiales que se hallaban en proceso de investigación y en su mayor parte inéditos, de manera que incluí aspectos relativos a la materialidad y al hábito de la correspondencia, pero también temas sociales, como el amor y el cortejo, o más frívolos, como las modas del siglo, y esto en relación con las imágenes. Las treinta y una publicaciones de ese mes de tinta pueden verse (y leerse) en el álbum correspondiente del Tintubre en facebook, aquí, recogidas en mi cuenta de IG o en la de @Cartasaextranas, que ha querido hacerse eco de aquel trabajo, o simplemente rastrearse con la etiqueta #Frufructubre.

Si me mantuve constante fue básicamente por el interés de los lectores, que un día comenté con mi compañera; fue, así, sugerencia de Cristina Tabernero en primer lugar llevar a cabo esta exposición de transferencia de la investigación a la que comenzamos a dar forma definitiva a partir de enero.

Determinamos entonces la doble vertiente de VOZ y LETRA de mujer, que, desde el punto de vista de la ilustración me supuso el reto de imaginar las escenas que podrían ilustrar las disputas contenidas en los litigios por injurias en los que al menos una de las implicadas era mujer; a ellas se sumarían nueve de las tintas ya realizadas para acompañar los fragmentos de las cartas de tema amoroso. Esta duplicidad de la muestra puede verse resumida en el texto que acompaña esta imagen:

panel INTRO virtual.jpg

Así pues, entre finales de enero y las primeras semanas de febrero, mientras mis colegas daban forma a la web que contendría algo ampliada la información de la exposición, yo me documenté sobre diversos aspectos de la vida cotidiana en la Navarra de la Edad Moderna, en especial acerca de la indumentaria y costumbres femeninas, pero también sobre otros aspectos materiales, que me llevaron a construir, a partir de la documentación seleccionada, nueve escenas comprendidas entre la primeras mitad del XVI y los primeros años del XIX. También me nutrí de la obra de pinturas y grabados de estos siglos. En cuanto a la técnica, como se ve, y para dotar de coherencia al conjunto, seguí trabajando con tinta (rotulador fino, pincel de tinta y agua).

Damas y criada se lanzan insultos, como puercaça, pixiacamas ‘meacamas’ y otras lindezas

Damas y criada se lanzan insultos, como puercaça, pixiacamas ‘meacamas’ y otras lindezas

Los paneles para la exposición, que incluyen imagen, texto y códigos QR que remiten a la web, fueron impecablemente maquetados por Itziar Goñi, de Horixe Diseño, en un tiempo récord y quedaron así de bien.

Bañarán y Jiménez.jpg

La exposición se inauguró en la Biblioteca de Navarra, a quien agradecemos la disposición y facilidades, así como su afectuosa acogida. También el público que la pudo visitar en la semana previa al estado de alarma desencadenado por la crisis del coronavirus nos manifestó su interés por las palabras de estas mujeres hasta entonces anónimas y por la imagen que ellas ofrecen, por un lado, de las relaciones amorosas a través de la carta privada y, por otro, de la confrontación en los espacios públicos.

Inauguración de la exposición, el 6 de marzo de 2020.

Inauguración de la exposición, el 6 de marzo de 2020.

La repentina clausura -acontecida como tantas otras- ha dado más sentido a la página web de la exposición creada desde el propio proyecto, que puede visitarse en sus diferentes secciones, incluyendo algunas publicaciones de los tres investigadores implicados (el menú se encuentra en la parte superior derecha), y a la exposición virtual organizada desde la propia Biblioteca en su esfuerzo por mantener la programación cultural a través de distintos cauces durante todo este tiempo de confinamiento.

También los lectores del blog que hayáis llegado al párrafo precedente estáis cordialmente invitados a asomaros a la intimidad de estas mujeres en su correspondencia, y a los antimodelos femeninos de la Edad moderna a través de los insultos que podían recibir y proferir ante testigos. Todo ello conduce, en realidad, al ideal femenino de la época, que contrasta, a los ojos actuales, con nuestros propios modelos, pero, sobre todo, presenta el interés del testimonio directo de la palabra -escrita o hablada- de estas mujeres concretas.

In exposición, exhibition, work process Tags ink, tinta
2. En la charca.jpg

Cuando mamá llevaba trenzas. PROCESO

February 13, 2019

En mi experiencia como ilustradora cada proyecto ha conocido un proceso diferente; sin embargo, a grandes rasgos, en el caso de los libros puede decirse que hasta ahora mis trabajos se han dividido en dos tipos de cocción.  Los de cocción rápida, en general, fueron concebidos en una especie de imagen mental bastante nítida de cómo debían ser -o cómo quería yo que fueran-  y ejecutados en periodos de tiempo en los que contaba precisamente con eso: tiempo de calidad, que en mi caso se suele identificar con las vacaciones de mi profesión: así fue en el caso de Marta está harta o de las ilustraciones para 13326, que bullía en un fuego mientras en otro borboteaba otro proyecto que ahora –más de un año después y gracias al empujón del último verano- está ya casi listo, pero no en su punto aún, a falta de la portada y las guardas.

Otras veces, los trabajos se van dilatando porque tardo en llegar a esa especie de “visión” determinante y definitoria del resto (pasó en Arrecife y la fábrica de melodías) o porque me cuesta rascar tiempo a la vida cotidiana (como en La niña rancia y otro bello texto de José Jag frente al que aún debo sentarme).

En el caso de este Cuando mamá llevaba trenzas, todo, la concepción y la elaboración, han requerido sus tiempos, pero fue sobre todo la fermentación de la masa la que llevó su dedicación.

Primera versión del storyboard

Primera versión del storyboard

El trabajo es el resultado del proyecto al que pude dar forma gracias al curso de álbum ilustrado de Marián Lario, con quien repetía en esta misma modalidad, un poco porque sí, por puro placer, en la edición de 2015. Ya había tomado con ella este mismo curso el año anterior: había aprendido - y sobre todo había disfrutado- con un álbum del que había llegado a dibujar unas seis ilustraciones definitivas, pero para el que me quedaba más del doble. Pensé que podría terminarlo en esta ocasión, pero finalmente emprendí algo nuevo.  [Puedo ahora decir que aquel primer proyecto también verá la luz, aunque habrá que esperar a 2020].

Y la verdad es que fue un cursazo, de los de gozar, donde entablé grandes amistades que luego he tenido ocasión de continuar, virtual o desvirtualizadamente. Es mucho lo que uno pone de sí en estas empresas personales y mucho lo que recibe de los compañeros y, especialmente, de la labor de Marián, siempre implicada en la exhaustividad con que revisa las propuestas y tareas, sincera en sus apreciaciones y amable en su manera de manifestar la crítica, condiciones que permiten el aprendizaje auténtico en un clima cordial, de verdadera relación.

Sobre el tema ya he comentado lo esencial en el post anterior: básicamente, al inicio, yo quería recordar mi infancia. En cuanto al proceso, esta vez siguió el pautado por Marián para el curso. Lo cierto es que siempre me gusta dedicar tiempo a pensar y a la planificación, pero no siempre soy tan metódica trabajando, aunque -imagino que precisamente como hija de mi generación- soy bastante cumplidora si me someto a unas normas, de manera que en este caso el trabajo previo contó con sus etapas y sus estudios previos. 

Bocetos de ambientes y personajes

Bocetos de ambientes y personajes

Lo que tenía más o menos claro, por motivos prácticos, ya que uno de llas causas del parón en el álbum anterior había sido el tamaño de los originales, era que en esta ocasión no quería complicarme demasiado técnicamente. En fin, no sé cómo lo hice, pero al final me lié con el Photoshop en un momento en que no sabía ni qué era la herramienta de transformación libre, así que termine sudando tinta con las primeras ilustraciones. Pero al inicio yo quería algo rapidito, acorde con mi poco tiempo, así que las primeras aproximaciones fueron así: 

Primeros estudios de personaje

Primeros estudios de personaje

Pues bien, de estos bocetos iniciales, poco se salvaría: solo la tinta como material, y esto después de haber probado otras opciones, a la par que iba pensando en cómo hacer un relato de las escenas o impresiones que iba recordando.

Marián me pidió que las pusiera por escrito, con el fin de jerarquizarlas, y aquello fue necesario y al mismo tiempo un peligro, porque la escritura obliga a otro modo de introspección, de secuenciación, y, en mi caso, en lugar de ser un obstáculo para la expresión, suele desencadenar una cascada de ideas que, además, como ahora mismo, corren el riesgo de progresar y bifurcarse indefinidamente.

Con la escritura surgieron más recuerdos y, de los que aquí se ven, algunos desaparecieron (como el tocadiscos o el cine dominical). Otros se incorporaron y permanecieron, y uno que en principio se fundía con los demás –el trenzado del pelo- pasó a ser central en este álbum, al ponerlo en boca de una niña que transmite al lector lo que su madre le ha contado acerca de su infancia.

Esta voz debía, pues, simplificar el discurso y hacerlo complementario de la imagen, pero, sin duda, la posibilidad de crear texto e ilustración simultáneamente es una de las ventajas de abordar la autoría completa de un proyecto.

A propósito de la técnica y el estilo, como ya he dicho, di no muchas, sino muchísimas vueltas.

Por esas fechas estaba empezando con los rotuladores Promarker, combinándolos con tinta en mi primer Inktober, y me encontraba cómoda para mi manera natural de dibujar y dar color, que es bastante suelta y expresiva; de ahí que fuera mi primera opción.

Prueba+personaje+color.jpg

Sin embargo, probé otros materiales antes de decidir la técnica y la paleta, entre ellos el lápiz y la acuarela, en varios dibujos de ambos personajes principales e incluso para alguna escena.

Mientras tanto, seguía dando vueltas al storyboard y, aunque varias escenas o la propia idea de la cubierta y la contracubierta -presente desde el inicio- se mantuvieron, otras, como he dicho ya, desaparecieron o se modificaron.

Me preocupaba, por otra parte, que al tono nostálgico del contenido se sumaran algunas notas que hicieran desembocar el proyecto en algo excesivamente tierno. Al final, quedó el asunto entre el trazo suelto que me resulta natural –en este caso a tinta y toques de rotulador para la piel- y un empleo del color que fuera capaz de evitar cierta cursilería en la que no quería incurrir con este álbum.

Por eso, tras bastantes pruebas y aunque lo manual me resultaba cómodo, terminé muriendo en el caso del color -ya lo he adelantaba y es obvio en el libro- al palo del “potochof”, que me iba a permitir introducir algunos estampados de aire retro.

[Porque sí, todo esto fue antes del revival ochentero que trajeron Súper 8, Stranger Things o Dark, y yo había estado documentándome -confieso que no he sido seguidora de Cuéntame-: en Pinterest y, sobre todo, en las fotos familiares, desde donde me asaltó el inefable papel pintado de nuestro cuarto de estar.]

En cuanto al storyboard, quedó en esta versión, que apenas ha sufrido un cambio, en la página 21:

Storyboard definitivo

Storyboard definitivo

Aunque en la selección de algunas dobles páginas tuve que decidir asimismo entre varias versiones, como en el caso del trenzado:

Storyboard%2Btrenzas%2Bpruebas.jpg

Por lo demás, el resultado está a la vista: fuera de la línea y la piel, los colores son planos, y en el caso de algunas ropas, con o sin texturas -siempre en los casos en que hay textura-, suprimiendo la línea del contorno. En otro orden de cosas, las páginas que representan el presente emplean un fondo mucho más neutro y más esquemático que persigue su diferenciación con respecto a las páginas en que se evocan los recuerdos y en los que la repetición de la frase que da título al álbum busca un efecto rítmico.

Y tenía ya prácticamente terminado este post cuando nos llegó la emocionante noticia de que este álbum había sido premiado por la Fundación Cuatrogatos en su edición de 2019. En la justificación de este galardón, se dice de él lo siguiente:

Con ilustraciones realistas, de gran poder evocador, y un texto sencillo que invita a viajar al pasado, este elegante y nostálgico libro álbum da la posibilidad a los pequeños lectores de conocer –y de contrastar con el suyo– otro tiempo en el que los días duraban más, los juegos eran más sencillos y divertidos, se vivía con poco y “todos los vecinos del pueblo eran como una única gran familia”.

Nunca imaginé, mamá, que tus trenzas nos fueran a llevar tan lejos.



In boceto, proceso de trabajo Tags tinta, ink, digital, álbum ilustrado, picture book
Portada.jpg

Cuando mamá llevaba trenzas (bookolia, 2018)

October 29, 2018

Cuando era niña, me encantaba rebuscar en los desvanes y cajones, donde hallaba objetos a veces misteriosos; remotos, porque hablaban de otros tiempos, y cercanos también, porque si estaban allí era porque algún vínculo tenían con la casa y la familia que la habitaba. Disfrutaba también especialmente escuchando lo que mis mayores me contaban, algunas veces a partir de mis hallazgos, acerca de sus propias vivencias o de las que a su vez les habían transmitido: quería saber qué hacían, qué comían, qué cantaban, a qué jugaban y con qué. Por eso supe cómo mi abuela hacía casas de muñecas de cartón que habitaban figuritas modeladas con miga de pan, que aquel camión azul de madera -¡con un volante que hacía girar la dirección!- se lo había construido a mi padre el suyo, que mi tía y otros niños marearon tanto a un cerdo jugando que lo mataron –con el castigo consiguiente-, que mi abuelo y sus hermanos andaban varios kilómetros y hasta cruzaban un río en barca para asistir a sus clases de música, o que mi madre aparecía compungida en aquella foto porque su padre acababa de reñirle y ella era muy sentida.

Papá y mamá con yayos.jpg

Cuando mamá llevaba trenzas nació en el curso de álbum de Marián Lario de 2015, y surgió de lo personal, sin ningún objetivo concreto, sin pensar tampoco en público potencial o editores. Mis padres ya no estaban y creo que sentía cierta urgencia por trasladar algo de sus vidas, o dejar a mis hijos algo de la mía.  En esa línea personal comencé a desarrollar el proyecto, pero a medida que avanzaba se me hacía más patente que a menudo lo individual no es sino la concreción de aspectos universales, aunque a cada uno le afecten a su modo y en distinto grado. Creo que es el caso de este álbum, que puede tener diferentes lecturas, pero que gira básicamente en torno a una cuestión universal, el paso del tiempo y lo que comporta: puertas que se cierran y puertas que se abren, si no para nosotros, para quienes vengan después; gira, pues, en torno a la memoria y la identidad que se va conformando en la infancia. No es un tema, por tanto, precisamente original; probablemente el planteamiento tampoco lo sea; pero es, eso está claro, personal y sincero. 

Lo es también porque por esas fechas yo seguía siendo básicamente una ignorante en el ámbito de la ilustración, tanto en cuanto a su ejecución como en cuanto al conocimiento sobre libros y autores; digamos que no podía recibir demasiadas influencias por ese lado. Y es personal porque yo quería atender, en palabras e imágenes, al corte profundísimo -si no radical-  que en los modos de vida había tenido lugar en los últimos veinte años, y para eso simplemente miré en mi propia historia individual y en lo que esta presentaba de diferente o novedoso para mis hijos o mis sobrinos.

[Sí, es inevitable: al fin y al cabo, es el mismo interés que me mueve en mis temas de investigación más queridos y supongo que aunque bromeo a menudo con mi doble vida, no existe realmente tal dualidad].

Así pues, tiempo e identidad, cambios, infancia, memoria, pasado y proyección son los temas a los que remite la sencilla historia de este álbum. Así lo explicaba en la sinopsis que envié a Luis Larraza -con quien ya había trabajado anteriormente en bookolia-, en principio, para conocer su opinión sobre el trabajo (esa opinión fue tan favorable que aquí estamos -gracias siempre, Luis ;)-.

3. La muerte.jpg

Queda claro que en Cuando mamá llevaba trenzas no puede haber, pues, acción trepidante, sino más bien descripción de impresiones, relaciones, actividades y momentos. De estos, hubo un proceso de selección importante, porque de una nómina de recuerdos y sensaciones bastante amplia que surgió al volver la vista atrás, han quedado finalmente diez escenas. Pero creo que estas no remiten exclusivamente a lo que allí se cuenta: los lectores adultos podrán evocar más aspectos vinculados con esos momentos; la mirada infantil sin duda inquirirá más allá también. ¿Y por qué no hacer de su lectura un momento para entender también algo mejor la infancia actual?  Creo que este es un álbum que se presta especialmente a una lectura espaciada y comentada de manera intergeneracional: con los abuelos, con el tío, con la madre..., pero en ambas direcciones: considerando la mirada del niño, pero poniendo también curiosidad por conocer sus preferencias, percepciones y opiniones. Me gustaría que este trabajo, aun pudiendo ser coherente en sí mismo, sirviera sobre todo como generador del diálogo en las casas o en las escuelas.

Con mamá.jpg

Sí, yo llevaba trenzas, y todo, absolutamente todo lo que aparece en este álbum está en mi experiencia personal: no puede haber ahí, desde luego, una mirada objetiva; sin duda hay una mirada nostálgica, la de todo adulto que ha tenido una infancia feliz en su conjunto. Pero hay ahí también algo de la mirada desapasionada que he aprendido a configurar para otros quehaceres que realizo poniendo el centro de atención en el pasado. Con esto quiero decir que no hay aquí juicios ni apreciaciones manriqueñas, sino una ventana abierta a los ojos curiosos de los lectores más jóvenes o a la mirada cómplice de los adultos, no solo hacia lo que muestra, sino también hacia lo que no muestra y sus lectores podrían actualizar a partir de sus páginas, cada cual desde sus propias experiencias.

1. El Trenzado.jpg

Es inevitable el discurrir del tiempo, son inevitables las pérdidas y el cambio, pero el porvenir trae también sus oportunidades y alegrías. Incluso en medio del escepticismo que suele conllevar la lucidez soy una optimista sin remedio. Cada momento es diferente y lo accidental de la infancia cambia, pero no su esencia. Lo que hayamos conservado de la nuestra – en un álbum de fotos, en una caja de recuerdos, en la memoria- se parecerá o será distinto de aquello que guarde quien pertenezca a una generación diferente, ni mejor ni peor: la de su tiempo. En cualquier caso, merecerá la pena –siempre la ha merecido- que convivan con nuestro presente y el de los más jóvenes algunas de las virtudes de nuestro pasado. Recordándolo, tal vez logremos en nuestro entorno próximo poner freno a la reducción de los espacios de sociabilidad, recobrar el placer sencillo del juego por el juego, retomar el contacto con la naturaleza y relajar las riendas con que tendemos a controlar cada aspecto de la infancia actual; también recuperar algo del sosiego y la dilatación del espacio y el tiempo que -seguramente amplificada desde nuestra lente de adultos- atribuimos a nuestra niñez.

Comparto en este álbum, que no es sino el relato de una conversación -la de una niña con su madre-, una parte de mi memoria personal. Ojalá estas páginas propicien a su vez otros diálogos. Ojalá logren despertar la curiosidad por conocer y el deseo de contar a través de nuestra propia caja de recuerdos, con nuestras propias fotos, en nuestra propia voz.

4. El futuro.jpg

Varias personas a las que debo mucho en este álbum ya se han mencionado más arriba: empezando por mi familia, que inspiró de un modo u otro estas páginas: mis abuelos y tíos, mis hermanos y mis padres. Mi deuda con mi madre es inmensa; quienes la conocieron –y, como maestra, fueron muchos-  lo saben. Incluso el acto cotidiano de trenzarme el pelo tantos años, central en mis recuerdos de infancia, ha tenido su fruto en este álbum, como –estoy convencida de ello- su entusiasmo por cualquier faceta de la vida lo ha tenido en todo lo que he escrito y lo que he dibujado.

Marián Lario acompañó todo el proceso desde sus inicios hasta los últimos toques, tres años después, unas veces cuestionando y otras ratificando mis decisiones, pero siempre acertadamente. Vaya un agradecimiento muy especial para ella y para mis compañeras en aquel curso fantástico, con muchas de las cuales me une hoy una amistad estrecha (es otro de los logros de esta mujer maravillosa, que incluso trenza amistades entre alumnos de cursos diferentes, como por arte de magia).

Luis Larraza, que confió en el proyecto desde el inicio, también ha contribuido con sus acertadísimas apreciaciones a la forma final de las ilustraciones, y ha cedido ante algunas de mis decisiones de estilo. Se ha ocupado también de la maquetación, con el mimo que siempre pone en los libros que pasan por sus manos. Le agradezco todo esto, pero, sobre todo, su franqueza –algo cada vez más raro de encontrar en un mundo en que se extiende una amable impostura- y su amistad.

También a él le debo la posibilidad de que el álbum vea la luz en catalán, de la mano delicada de Fàtima Sanmiguel, y en euskera, gracias a la colaboración desinteresada de Itziar Diez de Ultzurrun, con quien, desde que compartimos pupitre en la última fila de aquel lejano primer curso de Filología, no he dejado de compartir también algún café y alguna risa cuando nuestras vidas se han cruzado en nuestra pequeña ciudad de provincias. Es un verdadero lujo haber contado con su traducción y se lo agradezco también públicamente aquí.

Mis amigos y mi familia, sobre todo mis sobrinos y sobrinas, suelen prestarse con paciencia como modelos para muchos de mis dibujos o ilustraciones. En este caso, el agradecimiento especial –aunque no exclusivo ;) - va para Candela, que se avino a trenzarse el pelo para convertirse en la protagonista –mucho más guapa que yo- de estas páginas.

In books, digital Tags álbum ilustrado, tinta, ink, técnica mixta, mixed media, infancia, childhood
cubierta13326OK.jpg

13326 (bookolia, 2017)

January 17, 2018

 La propuesta para ilustrar 13326 –que aunque suene a título de distopía no es otra cosa sino el código postal de Montiel-  llegó a finales del curso pasado -por cursos sigo concibiendo yo el transcurrir del tiempo-, acompañada de dos de los relatos de Luis Fernando Redondo que componen este libro y de la indicación de que no habría color. La lectura de “La soga” me llevó de inmediato a ese país rural que muchos de nosotros guardamos en la memoria asociado a la infancia en blanco y negro, y que aún a veces creemos reconocer cuando un aroma -de los campos cosechados, de un guiso, del jabón de pieza- nos transporta desde el pueblo actual, inevitablemente transformado -calles asfaltadas, puertas cerradas, antenas parabólicas-, al pueblo de nuestra infancia, inevitablemente idealizado.

Sí, “la soga” abrió las puertas a la nostalgia. Su bella prosa, además, incluía algunos toques de ironía que me cautivaron, y el conjunto de estos factores me llevó a aceptar este encargo que Luis Larraza, de bookolia, sugirió que realizara en tinta.

Pero se dio la circunstancia de que justamente aquella semana se me había ocurrido recuperar, por aquello de aligerar el estrés de mayo y junio, la antigua costumbre de dibujar con bolígrafo, y había comprado un bic negro de los de toda la vida, como el que solía emplear en los dibujos que hacía en clase en los tiempos remotos en que fui exclusivamente estudiante (nunca he dejado de serlo, me temo). Por el mero placer de dibujar había trasladado una fotografía de Juan Rulfo, combinando el bolígrafo con la tinta, y me había sentido a gusto. A veces me sucede que son los materiales o los motivos los que se me imponen; en este caso, me apeteció seguir con esta técnica mixta de tintas y, en pleno final de curso, hice caso a esa apetencia.

Llegaron los demás relatos, salpicados de localismos, y esto entroncaba, además, con mi trabajo filológico -a Montiel le corresponde otra cifra: es el punto de encuesta 608 del ALECMAN ;)- y la evocación también en el discurso de los personajes no hacía sino enraizarlos con mayor autenticidad en su geografía y en su condición. Con los relatos llegó también el contacto con el autor, que me insistió desde el inicio en la libertad que me concedía para ilustrar sus textos. Sin embargo, la ubicación en la localidad era clara, y varias las referencias a lugares concretos de los que carecía de experiencia vital, por lo que me apresuré a echar un primer vistazo a lo que Google pudiera ofrecerme sobre el lugar, pero también sobre la España rural de la posguerra a los setenta, mientras ojeaba libros de fotografía en blanco y negro y esperaba algún material personal del escritor.

Y así, con estos y otros recursos (fotografías que yo misma he realizado a mis pacientes modelos habituales, algunas que he tomado prestadas a amigos…), además de con tinta –de bolígrafo, china, de rotulador acuarelable o lo que surgiera-, se han ido construyendo las diez ilustraciones para 13326.

ilusrtaciones montiel.jpg

En general, sobre los fondos tomados de fotografías del Montiel real de ahora o de antaño he situado los diferentes personajes. Casi siempre he abordado directamente a tinta el trabajo, aunque en algún caso el dibujo se planteó de modo ligero a lápiz; en cualquier caso, he intentado mantener la soltura de la que disfruto especialmente con la tinta.

Proceso para "Charolín y Mediasuela".

Proceso para "Charolín y Mediasuela".

He de decir también que, en un guiño al país en que Luis Fernando Redondo reside y al origen de esta serie, que explicaba más arriba, el edificio abandonado de “El latido” se basa en uno captado en México por la cámara de Juan Rulfo, de quien confieso haber conocido esta faceta no hace tanto.

Despoblado UPB.jpg

Por su parte, el interior reflejado en “La costumbre” es homenaje directo al del  Desnudo provenzal , de Willy Ronis, cuya luz recoge magistralmente la que yo recuerdo en aquella casa nuestra del pueblo, entrando a raudales para romper la oscuridad de los postigos y revivir el brillo y la vida de los objetos de siempre, que han pasado a ser ya los del pasado.

Ilustración para "La costumbre", basada en el "Nu provençal" de Willy Ronis (1936).

Ilustración para "La costumbre", basada en el "Nu provençal" de Willy Ronis (1936).

Sin embargo, como ya señalaba; la concreción de los personajes que aparecen en el libro, procede de mi entorno próximo, al que debo agradecer bien la provisión de imágenes personales (gracias, Ana Rodríguez-Haikuzero, por la de "Charolín y Mediasuela"), bien la paciencia con que acepta posar según mis indicaciones; sin ir más lejos, este brazo que a menudo mueve el arco del violín empuña aquí una navaja en la noche montieleña (en realidad, un cuchillo en mi cocina pamplonesa ;) ).

Zapatos domingos grises UPB.jpg

A la diversidad de temas, situaciones y tonos de los textos, he intentado responder del mismo modo en este otro lenguaje, y siempre, desde una distancia de miles de kilómetros o de unos cientos, he recibido la respuesta entusiasta del autor; también la respuesta sincera del editor cuando lo que he planteado han sido dudas sobre mi trabajo. Ambas agradezco de corazón.

Confío en que quienes lo hayan conocido, reconozcan en este libro –también en la parte que me corresponde- algo de ese tiempo de tapetes de ganchillo y sábanas recias de algodón, de colchones de lana, tardes a la fresca y cascos de mula resonando en la calle. Conocerán o reconocerán también el campo actual, la sensación de regreso y de reencuentro, la nostalgia de quien, desde la distancia del tiempo o del espacio, por virtud de ese lazo inquebrantable que se trenza en la infancia, nunca olvida las calles que fueron testigos de nuestros primeros juegos.

 

 

NOTA: Un periodista en el bolsillo se hizo eco de la publicación de 13326 a través de una entrevista que puede leerse aquí; vaya aquí también mi agradecimiento a José Antonio Barrionuevo por su difusión constante de todo lo relacionado con la ilustración. 

In books, proceso de trabajo, work process, libro Tags ink, tinta, narrativa
Dibujando a Pablo en la sesión folk del bar Baztán. Fotografía de Alfonso Meléndez.

Dibujando a Pablo en la sesión folk del bar Baztán. Fotografía de Alfonso Meléndez.

CUADERNO DE MÚSICA I. Dibujando en las sesiones folk

February 14, 2017

Por deformación profesional, supongo, me he intentado documentar un poco sobre el dibujo de músicos. Puntualizo lo de “un poco” porque imagino que habrá más bibliografía y más reflexiones que las pocas que he encontrado introduciendo algunos términos de búsqueda en inglés y español. Sin embargo, he dado con unas pocas apreciaciones de dibujantes en vivo –casi siempre breves- con las que no puedo dejar de coincidir: varios subrayan el disfrute que proporciona la combinación de la música y el trazo.

Si traigo aquí este tema es porque, como mucha gente sabe, los músicos son materia frecuente en mis cuadernos: algunas veces a partir de fotografías o breves vídeos del teléfono móvil (bendito móvil cuando vemos algo que no tenemos tiempo de dibujar en directo) y otras que resuelvo sobre la marcha, mientras suena la música. En estas últimas me encanta esa sensación de fugacidad, de que la postura y el gesto pueden cambiar –y cambian- en cualquier momento, y también esa tendencia a que la mano se acompase a la música.

Desde hace años asisto con regularidad a las sesiones de música folk que se celebran en Pamplona. Aunque han ido cambiando de ubicación a lo largo del tiempo, y en todos los locales ha habido muy buenos ratos, desde hace algún tiempo las acoge el Bar Baztán, en la calle Nueva. Como lo que suena mayoritariamente no son precisamente baladas -que alguna cae-, sino jigs, reels, hornpipes, straspheys, polkas, etc., lo de bosquejar al ritmo de las piezas suele dar como resultado lo que yo llamo, a falta de tecnicismos, estilo zaszasero. 

Suelo llevar un cuaderno kraft A5 de Hahnemühle que me gusta mucho, porque el papel tiene un buen grosor si hay que aplicar agua. Dibujo directamente con tinta:  pilot negro y pentel brush; a veces también con Koi punta de pincel gris. Los toques de color los doy unas veces con Koi, otras con promarker o con lo que tenga a mano. Y los blancos vienen muy bien para los brillos o la espuma de las Guinness.

El grado de elaboración es variable, y depende de muchos factores: de dónde y cómo me ubique, del tipo de instrumento y los movimientos que requiere, de la música, de si quienes tocan están sentados o de pie, estáticos o siguiendo la melodía o el ritmo y, por supuesto, de la duración de las piezas, porque se trata de intentar resolver mientras la música suena y los músicos se mantienen más o menos estables en su distribución y postura. 

Por supuesto, en relación con otras imágenes de músicos tomadas de fotografía, como algunas de las del portafolio (Cuaderno de música, Crisol de Cuerda) en las que intento también mantener la frescura, el resultado de estos dibujos en vivo es más imperfecto, y a veces esquemático, como en este, trazado muy rápidamente solo con pentel, agua y blanco.

En una sesión, lo esencial de un dibujo de grupo suele tardar en hacerse lo que dura un set o menos, aunque si tengo ocasión, puedo demorarme en los detalles y los blancos a lo largo de otras piezas o sets.

No siempre estoy bien situada, pero en un local siempre hay algo interesante que dibujar entre el público de las mesas o la barra y, por supuesto, los anfitriones (pero advierto que este dibujo de Patxi, del Baztán, que es un artista tirando las pintas, está hecho -aunque raudamente- a partir de foto).

Lo cierto es que el dibujo de figuras en movimiento requiere de una forma especial de mirar y fijar lo visto, primero en la cabeza y luego en el papel; de estar atenta a que se reproduzca la postura -o una parecida-, y eso en una fracción de segundo, lo que confiere a esta manera de dibujar una tensión especial. Hay quien necesita hacer puenting para sentir la adrenalina; para mi nivel actual de práctica deportiva, el dibujo de músicos o bailarines es, mutatis mutandis, el deporte extremo del dibujante ;).  

Los jueves de sesión folk son una alegría en las semanas en que los disfruto: por el dibujo al ritmo de la música, por la Guinness y el pincho y, por supuesto, por el ambiente y la compañía. 

 

In boceto, sketch, live sketch, dibujo en vivo, music, música Tags ink, tinta, músicos, musicians, folk

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