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Concha Pasamar Illustration

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2. En la charca.jpg

Cuando mamá llevaba trenzas. PROCESO

February 13, 2019

En mi experiencia como ilustradora cada proyecto ha conocido un proceso diferente; sin embargo, a grandes rasgos, en el caso de los libros puede decirse que hasta ahora mis trabajos se han dividido en dos tipos de cocción.  Los de cocción rápida, en general, fueron concebidos en una especie de imagen mental bastante nítida de cómo debían ser -o cómo quería yo que fueran-  y ejecutados en periodos de tiempo en los que contaba precisamente con eso: tiempo de calidad, que en mi caso se suele identificar con las vacaciones de mi profesión: así fue en el caso de Marta está harta o de las ilustraciones para 13326, que bullía en un fuego mientras en otro borboteaba otro proyecto que ahora –más de un año después y gracias al empujón del último verano- está ya casi listo, pero no en su punto aún, a falta de la portada y las guardas.

Otras veces, los trabajos se van dilatando porque tardo en llegar a esa especie de “visión” determinante y definitoria del resto (pasó en Arrecife y la fábrica de melodías) o porque me cuesta rascar tiempo a la vida cotidiana (como en La niña rancia y otro bello texto de José Jag frente al que aún debo sentarme).

En el caso de este Cuando mamá llevaba trenzas, todo, la concepción y la elaboración, han requerido sus tiempos, pero fue sobre todo la fermentación de la masa la que llevó su dedicación.

Primera versión del storyboard

Primera versión del storyboard

El trabajo es el resultado del proyecto al que pude dar forma gracias al curso de álbum ilustrado de Marián Lario, con quien repetía en esta misma modalidad, un poco porque sí, por puro placer, en la edición de 2015. Ya había tomado con ella este mismo curso el año anterior: había aprendido - y sobre todo había disfrutado- con un álbum del que había llegado a dibujar unas seis ilustraciones definitivas, pero para el que me quedaba más del doble. Pensé que podría terminarlo en esta ocasión, pero finalmente emprendí algo nuevo.  [Puedo ahora decir que aquel primer proyecto también verá la luz, aunque habrá que esperar a 2020].

Y la verdad es que fue un cursazo, de los de gozar, donde entablé grandes amistades que luego he tenido ocasión de continuar, virtual o desvirtualizadamente. Es mucho lo que uno pone de sí en estas empresas personales y mucho lo que recibe de los compañeros y, especialmente, de la labor de Marián, siempre implicada en la exhaustividad con que revisa las propuestas y tareas, sincera en sus apreciaciones y amable en su manera de manifestar la crítica, condiciones que permiten el aprendizaje auténtico en un clima cordial, de verdadera relación.

Sobre el tema ya he comentado lo esencial en el post anterior: básicamente, al inicio, yo quería recordar mi infancia. En cuanto al proceso, esta vez siguió el pautado por Marián para el curso. Lo cierto es que siempre me gusta dedicar tiempo a pensar y a la planificación, pero no siempre soy tan metódica trabajando, aunque -imagino que precisamente como hija de mi generación- soy bastante cumplidora si me someto a unas normas, de manera que en este caso el trabajo previo contó con sus etapas y sus estudios previos. 

Bocetos de ambientes y personajes

Bocetos de ambientes y personajes

Lo que tenía más o menos claro, por motivos prácticos, ya que uno de llas causas del parón en el álbum anterior había sido el tamaño de los originales, era que en esta ocasión no quería complicarme demasiado técnicamente. En fin, no sé cómo lo hice, pero al final me lié con el Photoshop en un momento en que no sabía ni qué era la herramienta de transformación libre, así que termine sudando tinta con las primeras ilustraciones. Pero al inicio yo quería algo rapidito, acorde con mi poco tiempo, así que las primeras aproximaciones fueron así: 

Primeros estudios de personaje

Primeros estudios de personaje

Pues bien, de estos bocetos iniciales, poco se salvaría: solo la tinta como material, y esto después de haber probado otras opciones, a la par que iba pensando en cómo hacer un relato de las escenas o impresiones que iba recordando.

Marián me pidió que las pusiera por escrito, con el fin de jerarquizarlas, y aquello fue necesario y al mismo tiempo un peligro, porque la escritura obliga a otro modo de introspección, de secuenciación, y, en mi caso, en lugar de ser un obstáculo para la expresión, suele desencadenar una cascada de ideas que, además, como ahora mismo, corren el riesgo de progresar y bifurcarse indefinidamente.

Con la escritura surgieron más recuerdos y, de los que aquí se ven, algunos desaparecieron (como el tocadiscos o el cine dominical). Otros se incorporaron y permanecieron, y uno que en principio se fundía con los demás –el trenzado del pelo- pasó a ser central en este álbum, al ponerlo en boca de una niña que transmite al lector lo que su madre le ha contado acerca de su infancia.

Esta voz debía, pues, simplificar el discurso y hacerlo complementario de la imagen, pero, sin duda, la posibilidad de crear texto e ilustración simultáneamente es una de las ventajas de abordar la autoría completa de un proyecto.

A propósito de la técnica y el estilo, como ya he dicho, di no muchas, sino muchísimas vueltas.

Por esas fechas estaba empezando con los rotuladores Promarker, combinándolos con tinta en mi primer Inktober, y me encontraba cómoda para mi manera natural de dibujar y dar color, que es bastante suelta y expresiva; de ahí que fuera mi primera opción.

Prueba+personaje+color.jpg

Sin embargo, probé otros materiales antes de decidir la técnica y la paleta, entre ellos el lápiz y la acuarela, en varios dibujos de ambos personajes principales e incluso para alguna escena.

Mientras tanto, seguía dando vueltas al storyboard y, aunque varias escenas o la propia idea de la cubierta y la contracubierta -presente desde el inicio- se mantuvieron, otras, como he dicho ya, desaparecieron o se modificaron.

Me preocupaba, por otra parte, que al tono nostálgico del contenido se sumaran algunas notas que hicieran desembocar el proyecto en algo excesivamente tierno. Al final, quedó el asunto entre el trazo suelto que me resulta natural –en este caso a tinta y toques de rotulador para la piel- y un empleo del color que fuera capaz de evitar cierta cursilería en la que no quería incurrir con este álbum.

Por eso, tras bastantes pruebas y aunque lo manual me resultaba cómodo, terminé muriendo en el caso del color -ya lo he adelantaba y es obvio en el libro- al palo del “potochof”, que me iba a permitir introducir algunos estampados de aire retro.

[Porque sí, todo esto fue antes del revival ochentero que trajeron Súper 8, Stranger Things o Dark, y yo había estado documentándome -confieso que no he sido seguidora de Cuéntame-: en Pinterest y, sobre todo, en las fotos familiares, desde donde me asaltó el inefable papel pintado de nuestro cuarto de estar.]

En cuanto al storyboard, quedó en esta versión, que apenas ha sufrido un cambio, en la página 21:

Storyboard definitivo

Storyboard definitivo

Aunque en la selección de algunas dobles páginas tuve que decidir asimismo entre varias versiones, como en el caso del trenzado:

Storyboard%2Btrenzas%2Bpruebas.jpg

Por lo demás, el resultado está a la vista: fuera de la línea y la piel, los colores son planos, y en el caso de algunas ropas, con o sin texturas -siempre en los casos en que hay textura-, suprimiendo la línea del contorno. En otro orden de cosas, las páginas que representan el presente emplean un fondo mucho más neutro y más esquemático que persigue su diferenciación con respecto a las páginas en que se evocan los recuerdos y en los que la repetición de la frase que da título al álbum busca un efecto rítmico.

Y tenía ya prácticamente terminado este post cuando nos llegó la emocionante noticia de que este álbum había sido premiado por la Fundación Cuatrogatos en su edición de 2019. En la justificación de este galardón, se dice de él lo siguiente:

Con ilustraciones realistas, de gran poder evocador, y un texto sencillo que invita a viajar al pasado, este elegante y nostálgico libro álbum da la posibilidad a los pequeños lectores de conocer –y de contrastar con el suyo– otro tiempo en el que los días duraban más, los juegos eran más sencillos y divertidos, se vivía con poco y “todos los vecinos del pueblo eran como una única gran familia”.

Nunca imaginé, mamá, que tus trenzas nos fueran a llevar tan lejos.



In boceto, proceso de trabajo Tags tinta, ink, digital, álbum ilustrado, picture book

Marta está harta, en Meraki Tanttak.

April 10, 2017

Aunque ella lo explica de maravilla, me cuesta describir -por todo lo que abarca- el proyecto liderado por Rebecca Gil, en el que participo con un grupo de fantásticos ilustradores navarros y otros artistas. 

Meraki Tanttak es una propuesta novedosa y muy cuidada. Sí, un nombre raro: lo sabíamos. Compuesto del griego MERAKI y del euskera TANTTAK, de manera que puede entenderse como una lluvia que riega desde los afectos, como un conjunto de gotitas que todos, autora, ilustradores y colaboradores, hemos creado desde el corazón. Pero prefiero ceder la palabra a quien ideó este proyecto que luego hemos podido construir de manera cooperativa, abierta y afable, porque la autora lo explica junto al equipo en ESTE VÍDEO.

El interés de la idea, las posibilidades que ofrecía, la calidad de los textos y, sobre todo, de las personas que formaban parte de esta empresa entusiasta y auténtica me ilusionaron desde el primer momento, cuando aún no conocía más que la parte literaria: los once cuentos rimados que conformarían el libro ilustrado. 

Soy hija y hermana de maestras; yo misma me dedico a la enseñanza, soy madre y valoro el papel de las figuras que acompañan los aprendizajes vitales. Creo que la caja de Meraki Tanttak tiene mucho que ofrecer en la escuela, en casa, en los espacios terapéuticos, en la mesilla de los niños entre los 3 y los 99 años.

De los cuentos rimados que lo conforman, me correspondió poner en imágenes Marta está harta, un retrato-relato de algunas consecuencias de nuestro natural deseo de formar parte del grupo, de que nos quieran, en definitiva.  Como en todas las piezas o álbumes ilustrados de Meraki Tanttak, no es necesario haber vivido en primera persona las emociones de sus protagonistas para reconocerlas. En algunos cuentos advertimos un rasgo de carácter o una tendencia propia que nos hace identificarnos de manera natural con el personaje; en todos ellos apreciamos, seguro, un sentimiento que al menos alguna vez hemos experimentado o una situación de la que hemos sido testigos, participantes o meros observadores. Por eso son herramientas de autoconocimiento desde el cual comprenderse, aceptarse o construirse. 

La cuestión es que enseguida cogí papel para preparar un storyboard porque el propio texto brindaba unas posibilidades fantásticas de jugar con las palabras a representar gráficamente lo literal de las metáforas -cotidianas o literarias-, y lo cierto es que lo esencial de ese primer bosquejo en viñetas -cuatro garabatos, en realidad-  ha permanecido hasta el resultado final. Pero de eso y de procesos hablaremos en otro post. 

Nerea Araujo, de Ruah,  puso voz y música al texto, y esto es lo que por ahora podemos mostrar, porque el efecto de los cuentos quiere prolongarse de muchas maneras: desde las propuestas del volumen que acompaña a los álbumes ilustrados, y que reenvía a más recursos y lenguajes artísticos, pasando por el blog en el que podrán compartirse experiencias y materiales. 

Pero hay mucho más en Meraki Tanttak: cada persona ha puesto lo mejor de sí en un trabajo que integra diferentes estilos, técnicas y maneras de abordar la ilustración o la creación, además de toda la experiencia vital y profesional de su autora.

Financiamos este proyecto a través de una campaña de micromecenazgo (crowdfunding) en Verkami, de manera que los creadores podamos ofrecer a nuestros mecenas el producto a un precio mucho más económico, además de otras recompensas. Para saber más y colaborar con nosotros en esta empresa que busca cambiar las miradas y los corazones, solo hay que hacer clic aquí: la puerta está abierta. 

 

In books, digital, metáfora Tags pencil, lápiz, álbum ilustrado, emociones, children illustration, digital

IRIS

March 7, 2017

Hace un par de meses supe de la nueva convocatoria del Fanzine 100grados, cuyo tema era IRIS. Como me suele ocurrir, supe de ella pero "des-supe" enseguida con gran facilidad, y solo se me volvió a encender la bombilla tres días antes del fin de plazo, gracias a mi amiga Ana Salguero, que participa con asiduidad.

Al menos era sábado cuando me enteré, lo que me dio un poquito de margen para detenerme a pensar. Pero esa misma circunstancia hizo que me encontrase fuera de casa y con poco material, así que hasta el lunes (y el plazo finalizaba un martes) no dispondría tampoco de ordenador.  Pánico momentáneo, pero tampoco me complico: si no llego a las cosas, no llego.

Decidí darle una vuelta al tema, y en ello recordé una serie de Enkel Dika en la que hacía habitar un corazón, un cerebro y también un ojo por sendos personajes. En este último caso, que era el que me vino a la mente, Dika hacía hincapié en la función de la vista: un hombre adulto observaba a través de un catalejo orientado a la retina. No era eso lo que me interesaba representar ni destacar, pero puede decirse que es una inspiración directa de mi ilustración, vía memoria. Buscándola más tarde, comprobé que la obra se llama Extraordinary observer, y que no es la única ilustración en la que Dika coloca un personaje en un ojo (también lo hace en Optic blast).

Pero lo que quería para mi ilustración era una representación gráfica de una expresión figurada: aquello a lo que nos referimos cuando hablamos de mirada de niño o de ver las cosas con ojos de niño. Y esto sin que que esa representación fuera muy cerrada, porque, por otro lado, esta metonimia resulta lo suficientemente abierta como para que cada cual se la apropie e interprete a su manera. Intentaré explicarme: no quería una imagen concreta de qué o cómo ve un niño, sino simplemente 'decir' gráficamente mirada de niño, ojo de niño, algo que puede traducirse de diferente manera para cada persona y en cada caso.

De ahí el niño pintando el iris, la mirada. Una "literalización visual" de la expresión figurada es algo que me resulta atractivo y familiar -acudo a este recurso más de una vez cuando ilustro o como mero juego-. Digamos que a veces me gusta recordar gráficamente lo que la lengua encierra de irreal, imposible o incluso absurdo en la literalidad de nuestras expresiones cotidianas, como en este dibujito del cuaderno de apuntes:

Dar cuerda copia.jpg

Aquí se trataba de dar una vuelta más al asunto. De lo figurado en una expresión concreta (con ojos de niño) a lo representable gráficamente -concretamente, por tanto- (un niño pintando el ojo desde dentro) pero susceptible también de trasladar nuevos sentidos figurados (un pintar metafórico).

Así, la imagen quiere conducir a la mirada de la infancia, sostenida desde el interior de cada uno por lo que queda del niño o la niña que fuimos. Puede representar la capacidad de asombro, el gusto por el detalle, la interpretación imaginativa de lo percibido, según lo que cada cual entienda o haya experimentado como una mirada infantil (la propia o la que capta a su alrededor). Por supuesto, puede tener un sentido más amplio: no solo representa al niño que pone un filtro de color a nuestra mirada adulta, sino al que vive en nosotros, afectando a otras esferas de nuestra experiencia vital -o afectado por ellas: a menudo escondido o acallado-. 

Volviendo al proceso, aun asumiendo esa inspiración clara en Dika, preferí no recurrir directamente a ese modelo, y busqué una sección anatómica del ojo en la que se observara también el iris. Encontré algunas bastante esquemáticas, así que recogí también referencias fotográficas de distintos iris para que el resultado fuera más rico cromáticamente:

En ese ojo como habitáculo planteé luego los elementos del interior: el niño pintando a brochazos, el taburete, los botes de pintura y la bombilla (que puede también encerrar su propio simbolismo).

No quería que la imagen estuviera cronológicamente determinada, buscaba algo atemporal en los elementos, el pelo o la ropa. Y así quedó en mi cuaderno de esbozo A5, con un lápiz de mina fina (los materiales de que disponía): 

De vuelta a casa, escaneé el dibujo, ya que el papel ligero no permitía muchas opciones de color y lo pinté con Photoshop, con pinceles propios y empleando una paleta de neutros, armónicos pero complementarios, en los que me siento cómoda. Hice pruebas con diferentes fondos, con o sin texturas hasta decidirme por la versión final. Al contar el dibujo con un trazo bastante expresivo (mi modo natural de dibujar), pensé en emplear fondo liso, pero opté finalmente por dar unidad al conjunto con uno realizado con con tramas manuales digitalizadas también como pincel, en ligero contraste con con los bordes más externos del ojo y también contrastando más con el interior iluminado. En realidad, aún no tengo claro que sea la mejor opción ;); dejo aquí alguna de las pruebas intermedias:

El resultado puede verse en el contexto de la publicación en el número 16 de 100grados Fanzine (ISUU), junto con otras veintiocho variadas e interesantes propuestas que dan precisamente cuenta de cómo la mirada de los adultos sigue siendo diversa. Tal vez tenga algo que ver en ello el niño o la niña que fuimos, que anda aún por ahí haciendo de las suyas y enfocando nuestra percepción. 

 

 

In metáfora, digital, fanzine, revista, magazine Tags lápiz, pencil, digital

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