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Concha Pasamar Illustration

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Carmen, Cuento de Luz 2022

June 6, 2022

Ahora que llega a mis manos la edición en inglés de este libro y los ejemplares de su primera reimpresión, puede ser buen momento para compartir algo acerca de Carmen, un libro que ilustré con muchisimo placer a lo largo del verano de 2021.

Este proyecto nace de la colaboración entre la Compañía Nacional de Danza de España con la editorial Cuento de Luz, que nos convocó a Margarita del Mazo y a mí para poner palabras e imágenes a un álbum ilustrado inspirado en la coreografía de Johan Inger que la CND estrenó en 2015 (aquí, un tráiler del montaje).

Al proponerme Ana Eulate este trabajo me asaltaron dudas, esencialmente a causa del plazo de realización; sin embargo, mi familia y los amigos que me conocen bien insistieron en que debía llevarlo a cabo. La ópera de Bizet basada en la obra de Mérimée ha sonado con constancia en casa de mis padres y luego en la mía, mi hijo Íñigo tuvo la suerte de participar como integrante del coro infantil en la representación que tuvo lugar en Pamplona en 2010 (aquí), y yo misma he asistido a varios ballets y versiones de esta obra, desde la de Antonio Gades, en 1983, cuando era una adolescente. El ballet también es una de las artes que admiro, y la danza clásica o contemporánea me ha proporcionado un grandísimo disfrute, como espectadora sobre todo, pero también  en los remotos tiempos en que llegué a dar algunos pasitos.

Por todo ello fue emocionantísimo asistir en junio de 2021 al pase de Carmen previo a la representación del día 4 en Úbeda, atendiendo al espectáculo ya con la mente puesta en ese futuro álbum ilustrado que debía basarse en la coreografía de Inger y, por tanto, atender a sus motivaciones, que el coreógrafo explica en este breve vídeo.

Para entonces ya había esbozado algunos dibujos empleando diversos materiales –acrílico, lápices de color- con un trazo espontáneo y manteniéndome fiel a lo que había podido ver de este maravilloso montaje.

Primera prueba para Carmen

Mi primer acercamiento quería ser natural y libre, un poco como esa Carmen a la que iba a representar. En cuanto a los materiales, buscaba también la soltura de la pincelada en los fondos de acrílico blanco mezclado con acuarela, en el grafito aplicado con pincel y en las pocas pinturas de color que he empleado. Estas imágenes resultaron bien acogidas en la CND, y determinaron el camino que las ilustraciones iban a tomar en su acoplamiento al texto de Margarita.

Bocetos y materiales para Carmen

Ella y yo habíamos coincidido en el último curso de Marián Lario, “El quiebro en la ilustración”, que había justamente ejemplificado algunos recursos estilísticos refieriéndose a ellos como “quiebro tímido o quiebro Concha Pasamar” y “quiebro echao palante o quiebro Margarita del Mazo”. Pues hete aquí que ambas coincidíamos, asombradas, en esta nueva Carmen que nos fascinaba. Durante el proceso estuvimos en contacto constante, proponiendo, valorando, ajustando texto e imagen, disfrutando con los retos planteados por este encargo.

En lo que a mí respecta, he intentado mantenerme fiel al montaje y a las decisiones tomadas en él con respecto a la escenografía o el vestuario, y que, creo, ponen en valor el carácter universal de Carmen al diluirse lo más estereotipado y costumbrista. Hay en la Carmen de la CND una actualización en varios sentidos.

Así lo explica el escenógrafo Curt Allen:

El espacio escénico para esta nueva propuesta de Carmen se basa conceptualmente en la creación de una escenografía muy clara y limpia, definida por la sencillez y rotundidad de las formas, y por la honestidad visual de los materiales elegidos. Se busca la asociación de atmósferas mediante la reinterpretación de la novela original, evitándose cualquier tipo de estética costumbrista. Sevilla es un lugar cualquiera, la fábrica de tabacos es cualquier industria y los montes de Ronda representan un estado de ánimo al límite, que traducido al espacio se refleja como suburbios, ámbitos oscuros, escondidos o inseguros. 

La escenografía se sintetiza en 9 prismas móviles con tres caras diferentes cada uno, conducidos por los bailarines a través de la coreografía, y con los que se va articulando los diferentes espacios. Espacios limpios que no obstaculizan la lectura del discurso danzado, y que acentúan posibles lugares y posibles estados de ánimo sólo a través de la forma y del material.

Los clichés se transforman igualmente en el vestuario creado por David Delfín, bajo las consignas de Johan Inger de buscar “sobriedad, atemporalidad, contemporaneidad y un sutil acercamiento a la década de los 60 […] Su idea es crear una nueva Carmen, huyendo de los estereotipos estéticos de la obra y de la época, desdoblando y trasladando sus personajes a una especie de equivalente contemporáneo.

De esta forma, los militares se acercan a otra forma estética de poder, como podrían ser los ejecutivos. El torero, la estrella de la obra, estaría más cercana a una estrella de cine o de rock…

Este simbolismo se ve reforzado por personajes metafóricos. Los gitanos, seducidos por los encantos de las cigarreras que despiertan sus instintos animales, se transforman casi en perros. La ingenuidad, la pureza, la bondad y el misterio humano lo representa un niño, una presencia andrógina que se va oscureciendo durante el transcurso de la obra. La violencia y la frustración se traducirá en “sombras”, personajes que irán tomando más presencia y protagonismo en la segunda parte de la obra“.

 Con estos mimbres, la responsabilidad era enorme, pero, al mismo tiempo, contaba con modelos maravillosos, con los que trabajé visionando una y otra vez la representación, de donde pude tomar numerosos planos que combinar con las imágenes que el texto de Margarita del Mazo sugería a partir de la polisemia de dragón o del pájaro de la habanera.

Por otra parte, habiendo optado por la fidelidad al montaje y la posibilidad de apuntar a estas figuras del texto, consideré la posibilidad de introducir a línea, esquemáticamente, los elementos esenciales para dar las claves sobre los escenarios donde la acción transcurre: la ciudad, la fábrica o la taberna.

El resultado se presentó en la sede de la CND con motivo del Día escolar de la paz y la no violencia, el 30 de enero, y fue un placer inmenso asistir a esta lectura de la obra, a la que la compañía dio un carácter plenamente inclusivo y que puede escucharse y verse íntegramente en este ENLACE.

Como se indica en la sinopsis del libro, este

retoma los temas universales de la obra original desde la mirada inocente de un niño.

Danza y obra literaria quieren conducir a la reflexión sobre las interpretaciones y malinterpretaciones del amor, así como al rechazo de cualquier clase de violencia

 Agradezco muy sinceramente a Cuento de Luz y a la CDN la posibilidad de haber podido realizar las ilustraciones para este álbum y de disfrutar de una manera tan completa , junto con Margarita del Mazo, en todas y cada una de las etapas de su creación.



In books, ilustración manual, libro, Lij, metáfora, picture book, proceso de trabajo, work process, álbum ilustrado Tags picture book, álbum ilustrado, lápices de color, lápiz, CND, Ballet, Danza

Algo está pasando en la ciudad, de Paula Merlán, Cuento de luz 20

December 7, 2021

Hacia el inicio del confinamiento de 2020, aún sin saber cuánto se alargaría o qué vendría luego, Paula Merlán me hizo llegar la primera versión del texto para este álbum ilustrado, un cuento que encontré encantador, pero en el que, tal vez por ir dirigido a un público claramente infantil, no vi al principio la posibilidad de encajar.

Paula, desde la confianza de la amistad, y creo que conociéndome ya un poco, optó por un método más práctico y me pidió que le hiciera una sola imagen (“un zaszás de los tuyos”) para no presentar el texto desnudo a los editores. Bastaba, me dijo, con un esbozo de la protagonista. Bueno, hice un zaszás, tal cual, porque andaba en plena adaptación a la docencia en línea, algo sobrepasada, y se lo envié (me da un poco de pudor ponerlo aquí, pero ahí va ;) )

Primer boceto de la protagonista.

Primavera de 2020 en mi cuaderno

Primavera de 2020 en mi cuaderno

Mientras tanto, la primavera se había abierto paso en el exterior, y yo miraba, como tantas personas en aquellos días, los árboles desde la ventana y escuchaba los cantos de las aves, nítidos como nunca. Poco a poco comenzaron los breves paseos en un resurgir que resultó espectacular ese año: al deseo de verde se había sumado la exhuberancia que habían traído las abundantes lluvias y cuando al fin pudimos traspasar los límites de nuestras casas, la ciudad se presentó espléndida a nuestros sentidos, ávidos de redescubrirla.

Y sii la ciudad estaba hermosa, qué decir de los campos y los caminos: aquella primavera no sabía adónde mirar, el paisaje ofrecía tantas posibilidades, tantos detalles que encuadrar….

Fue entonces cuando me di cuenta de que sí, de que podría y quería ilustrar este álbum que es, entre otras cosas, un canto a la naturaleza y un toque de atención, una llamada a la contemplación de la belleza que nos rodea. También vi que la idea del encuadre podría ser un recurso interesante para indicar la mirada de la protagonista sobre el entorno.

A partir de ahí, todo fue rápidamente, en este caso. Durante el verano realicé alguna ilustración más, mientras trabajaba también en los Romances de la rata sabia. Disfruté en la alternancia de materiales y técnicas manuales, y ya a finales del otoño, tras contar con la acogida entusiasta de Cuento de Luz, emprendí de una manera más sistemática, sobre todo en diciembre, la ilustración del álbum, siempre contando con Paula para los ajustes de texto e imagen. Su trayectoria y su experiencia en este género, además de nuestra relación, tan franca y fluida, facilitaron el rápido curso de este proyecto, con el que tanto he gozado con las acuarelas y los lápices para contribuir a un mensaje que también siento muy mío.

Por el camino, además, disfruté mucho y bromeé con mi hermana al comentar los progresos sobre este libro que las dos bautizamos como “la Martine”, pues, sin haberlo buscado, le vimos de pronto un aire a aquella serie de libros de Gilbert Delahaye, ilustrados por Marcel Marlier, que tanto nos gustaba de niñas.

En ellos, la protagonista también tenía un perro -Patafouf- y se desenvolvía siempre en un entorno cotidiano. Imagino que mucho queda , y algo ha de aflorar, de aquello que leímos en la niñez cuando creamos para el púbico infantil, y ciertamente aquellas ilustraciones de la serie Martine me parecían lo más. Esta puede ser ocasión de un pequeño homenaje a nuestro ejemplar de Martine et son ami le moineau, que algún gorrión hay también en este libro.

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Gracias, Paula, por la insistencia y el cariño; Ana Eulate, por el entusiasmo y la libertad en el proceso de creación: resulta muy sencillo hacer libros con vosotras. Y gracias, cómo no, a Helena, por ser tan fan de mis libros y por haberse prestado a ser aquí la protagonista, al final medio prima de aquel primer zaszás ;), aunque mucho más versátil y simpática.

Something’s happening in the city se encuentra también disponible en todas las librerías, en la estupenda versión de Jon Brokenbrow. Confiamos que en español o en inglés, este álbum os despierte las ganas de salir a descubrir la riqueza de lo que se muestra a nuestro alrededor.

In books, libro, Lij, picture book, ilustración manual Tags álbum ilustrado, picture book, watercolor, acuarela, color pencil, lápices de color, handmade illustration

ROMANCES DE LA RATA SABIA, de Paloma Díaz-Mas, bookolia 2021.

October 1, 2021

Fue en febrero de 2019 cuando Paloma Díaz-Mas se puso en contacto conmigo a través de colegas de la universidad a quienes ella había comentado que tenía escrito un romancero infantil, pero que, al haberse movido hasta entonces en la narrativa para adultos y siempre con Anagrama, querría charlar con alguien más cercano al ámbito de la LIJ. Me envió entonces su texto para que habláramos de los cauces que yo en aquel momento conocía y para contar con mi opinión.

Una de mis líneas de trabajo, la más querida, ha sido la Historia de la lengua, y ya el hecho de que el libro estuviera compuesto por romances tradicionales contrafactados me resultaba atractivo. Una contrafacción consiste en rehacer un texto previo -o una melodía- de tal manera que resulte en una nueva composición, aunque reconocible. Y claro, la lectura de estos romances, tan nueva y a la vez tan llena de resonancias, me cautivó inmediatamente.

Hablamos entonces Paloma y yo, aunque más bien en un sentido general: yo creía que el libro debía publicarse, pero no pensaba en un principio en la posibilidad de ilustrarlo yo misma. Así, cada a una se dedicó a sus tareas a lo largo de aquel curso, aunque nos mantuvimos en contacto y volvimos a hablar en mayo, cuando sugerí a la autora algunos nombres para las ilustraciones, pero le envié también algunas muestras propias que había hecho por puro placer, pero en las que había visto, de pronto, una posibilidad interesante. Le decía entonces: “por otra parte, en estos últimos meses, he desarrollado algo más el estilo de ilustración con estarcido de tinta, que tal vez pudiera dar ese toque distinto: queda una cosa entre retro y moderna”. Ya había comentado en otra entrada (aquí), que aprendí esta técnica en un taller de Vilustrado con Julia Wauters, sin imaginar que la emplearía más allá de aquellas jornadas. Pues bien, en este caso vi claramente su adecuación a este proyecto.

Una de las imágenes que acompañan al Romance de la Gata bizca, en su primera versión.

Una de las imágenes que acompañan al Romance de la Gata bizca, en su primera versión.

La cuestión es que a Paloma le gustó el estilo, que le recordaba también al de ciertos ilustradores de los años treinta, y ambas veíamos, además, en esa técnica una evocación y un guiño a los antiguos grabados de los pliegos sueltos, en los que los romances se habían difundido también desde el XVI, así que decidí seguir en esa línea, teniendo presentes aquellas fuentes.

Tintas (la de la derecha se descartó) para el Romance de la niña de lejanas tierras.

Tintas (la de la derecha se descartó) para el Romance de la niña de lejanas tierras.

Desde finales de ese año trabajé conjuntamente con bookolia en el diseño del libro, para el que se eligió un formato vertical en el que las bandas ornamentales (en este caso , estampadas), que entroncan también con la tradición de los pliegos, podían constituir ligeras segmentaciones horizontales sin empequeñecer ni abigarrar la página.

En cuanto a las ilustraciones, remiten al contenido de los textos de manera más o menos directa, y se ha buscado la variedad que puede encontrarse también en aquel tipo de publicaciones, también en su disposición. En cuanto al color, se ha restringido la paleta a dos turquesas, dos corales y un ocre, que permiten obtener diferentes efectos en función de la densidad con que se haya aplicado la tinta .

Romance de la gata bizca, que ofrece una secuencia paralela al texto, aunque distinta

Romance de la gata bizca, que ofrece una secuencia paralela al texto, aunque distinta

Nada ha quedado al azar en esta edición donde se combinan tradición y modernidad: desde la preciosa cubierta diseñada por Luis Larraza al colofón, hemos cuidado el envoltorio de estos deliciosos romances de Paloma Díaz-Mas. Estos poemas narrativos recogen sobre moldes antiguos nuevos temas -sociales y actuales, a veces complejos y en algunos casos lúdicos-, siempre orientados al público infantil. En ellos se emplean, también actualizados, los recursos propios del género de mayor tradición popular en la literatura en lengua española, del que la autora es asimismo especialista. Son textos que se disfrutan, como siempre, en lo que cuentan y en el ritmo cantarín de los octosílabos asonantes, y en los que los ojos y sobre todo los oídos familiarizados reconocerán un origen, unas fórmulas, una tradición secular. En todo se ha buscado la coherencia, de manera que la composición, el diseño y la ilustración puedan entenderse también como contrafacta.

El proyecto estaba prácticamente cerrado el pasado abril, cuando Paloma Díaz-Mas resultó elegida académica para el sillón i minúscula de la Real Academia Española, elección en la que probablemente pese esta doble vertiente suya de especialista y creativa, que también converge en este libro.

Por una serie de querencias personales que sería largo detallar aquí -tantas son y a veces tan subjetivas-, ha sido un placer enfrentarme a la ilustración de estos Romances de la Rata Sabia. Agradezco a Paloma, a quien ya admiraba desde hace muchos años como narradora, su fe absoluta y su apoyo en el proceso, y de nuevo a bookolia su confianza en mi criterio y mi trabajo. En este caso agradezco especialmente a Luis, además de su apuesta por la edición del romancero, su cuidadísima labor en el diseño y maquetación de este libro tan especial. Confiamos en que el entusiasmo de quienes lo hemos elaborado se haya transmitido también al papel, en que sean muchos los ojos que recorran sus páginas y muchas las bocas que reciten los romances de nuestra Rata sabia.

In books, libro, Lij, picture book Tags Libro, book, stencil, estarcido
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PEQUEÑO CUADERNO DE OTOÑO

November 11, 2020

Había en mi colegio, Notre Dame, un huerto con un pozo, una pérgola de ladrillo a la que se encaramaba una hermosa rosaleda que florecía allá por mayo, setos frondosos bajo los que se afanaban las hormigas y otros insectos, un corredor de cipreses junto al muro sobre el que alguna vez vimos un gato negro que pasó a ser personaje de algunas fantasías colectivas. Había incluso una piscina de donde rescatamos una “picaraza” en un recreo del comedor y había varios castaños de indias que reflejaban con claridad meridiana el ciclo estacional. Había también maestras con pantalones de campana y monjas ya sin toca en los setenta; había ganas de enseñar desde el afecto y con cariño, en un ambiente de familia y libertad; había profes que en su tiempo libre nos llevaban de acampada, largos paseos por los bosques del pirineo francés, constantes ocasiones para el descubrimiento.

Colegio Notre Dame (Burlada, Navarra) y algunas de nuestras maestras, años 70.

Colegio Notre Dame (Burlada, Navarra) y algunas de nuestras maestras, años 70.

Hoy, en el tiempo de los polideportivos y las pistas equipadas con canasta y porterías, queda algo del jardín y quedan, eso sí, los castaños, también presentes en el que fue hasta hace poco el colegio de mis hijos, o en la calle, frente a mis ventanas. Los primeros meses del curso estaban marcados por la caída del fruto, las guerras de pilongas, su sabor amargo -ese empeño por probarlas-, los juegos sobre los montones de hojas muertas, las lluvias y los saltos en los charcos que se formaban bajo aquellos árboles imponentes. Tras la desnudez del invierno, el regalo de su fronda y luego el de sus flores arracimadas, que las lluvias de primavera desparramarían por el suelo del patio. Y luego el verano, cuando dejábamos de saber de ellos para encontrarlos de nuevo, cargados de erizos verdes, el septiembre siguiente. No es casual que al abrir Tiempo de otoño aparezca, en sus guardas iniciales, una castaña desvistiéndose de su áspero abrigo.

Nuestra clase de cinco años, con nuestra queridísima maestra, Ángeles Atorrasagasti, 1972.

Nuestra clase de cinco años, con nuestra queridísima maestra, Ángeles Atorrasagasti, 1972.

Estaba también la vida en el pueblo, la libertad de la calle, el juego libre, la aventura de adentrarnos en paisajes nuevos, cada vez más distantes. Estaban algunos sábados de otoño, cuando mi padre nos llevaba a mi hermano y a mí hacia el norte -imagino a mi madre embarazada de mi hermana-. Recuerdo las pendientes boscosas, el silencio; no tanto si encontramos muchas setas, pero sí sus instrucciones sobre dónde mirar, el boj bajo, el bastón apartando las matas y, muy vagamente, la visita a algún caserío donde él, que abastecía de abono a tantas personas de tantos lugares, se manejaba en un ambiente conocido. Tras la humedad del bosque, una casa enorme, algo oscura, el fuego del hogar antiguo, la tarima vieja y el olor a humo… tal vez hubiera un tazón de leche.

Probablemente recordaría todo mejor si hubiera tenido un pequeño cuaderno donde registrar algo de todo aquello o de otras muchas experiencias de la infancia. Tendría luego un diario, sí, que no rellené hasta mucho más tarde, y que aún más tarde rompí. Recordaría todo aquello, como mis hijos son capaces ahora de recordar tantos detalles gracias a sus “diarios”: sencillos cuadernos en A4, sobre los que a menudo comenzaban a escribir o dibujar a regañadientes, y para los que sugerí mil temas, además de los que ellos eligieron. La envidia de esos cuadernos también tuvo que ver en mi vuelta a los lápices.

Ascenso a los Alanos, en el Pirineo oscense, en versión de Íñigo, 8 años.

Ascenso a los Alanos, en el Pirineo oscense, en versión de Íñigo, 8 años.

Digamos que mis hermanos y yo fuimos un eslabón roto en una actividad que mi madre, en cambio, había practicado, al menos durante un viaje a Austria a los 18 años. Para una chica de pueblo que apenas había variado de escenario (de Gallur, en la ribera zaragozana del Ebro, al internado en Oronoz-Mugaire, a las puertas de Baztán, y luego a la escuela de magisterio), un trayecto de tal envergadura se afrontaba entonces como el viaje de la vida. Luego me contaría anécdotas e impresiones, mientras pasábamos juntas aquellas páginas que también explicaban la presencia en casa de mis abuelos de una vieja fotografía donde sonreía repeinado y de tres cuartos un jovencito rubio, Bertl.

Del Cuaderno de Austria de mi madre, que sonríe con el vestido floreado que le cosió la suya.

Del Cuaderno de Austria de mi madre, que sonríe con el vestido floreado que le cosió la suya.

Por todo esto, cuando bookolia me sugirió la posibilidad de crear algún material descargable en torno a Tiempo de otoño, inmediatamente pensé en aquellos cuadernos de mis hijos, para los que tenía ya el hábito de sugerir, pero en los que me encantaba la libertad para realizar una actividad creativa, apenas pautada, que a veces nos llevaba de la vida al cuaderno y otras en la dirección inversa. Allí quedaron registrados la manera de plantar un rosal, algunas líneas sobre películas, conciertos o libros, la receta ilustrada de un plato favorito, algunos paseos, los viajes, y mil pequeños detalles de su vida a lo largo de varios años.

Una tarde de verano en el patio en versión de Martín, 11 años.

Una tarde de verano en el patio en versión de Martín, 11 años.

Por eso pensé en el tipo de sugerencias que hubiera hecho para mis hijos en torno a la estación y los temas que se recogen en el álbum, de manera que la lectura Tiempo de otoño también pudiera ampliarse y conducir a quienes la compartieran directamente a la observación, la sensación, la vivencia.

Y con esa intención se ha preparado este conjunto de propuestas (accesibles mediante el QR de la contracubierta) en las cuatro lenguas en que se ha publicado el libro; propuestas que se articulan en torno a algunos temas presentes en él, porque el otoño es el tiempo en que las hojas cambian su vestido, en que los animales despliegan su actividad, tiempo de paseos, época de recolección, de encender nuevamente el horno, de imaginar; también de compartir hogar.

Para cada uno de estos siete grandes temas se apuntan varias posibilidades de interior y de exterior que pueden terminar reflejadas en un pequeño diario de otoño, para el que bookolia ha maquetado con gusto este documento que ofrece en su parte final algunas fichas de las que podrán servirse quienes prefieran imprimir algunas plantillas a crear de manera más abierta en un cuaderno.

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Además, entre las numerosas actividades de estas páginas -que hago desde la experiencia personal y la intuición, sin otras pretensiones-, he preparado también una playlist que, vinculada aquí a la propuesta que invita a la imaginación, podría acompañar igualmente cualquiera de las restantes. Contiene 21 piezas que me encantan y que espero que os inviten también a conocer algo más de la obra de sus autores e intérpretes.

De todo ello, pues, podrán servirse -o no- quienes lean Tiempo de otoño.

En familia o en el aula, a partir del libro o prescindiendo de él, sería hermoso que estas sugerencias dieran pie a la observación, la curiosidad y la vivencia, que propiciaran momentos que pudieran transformarse en recuerdos a los que un día más o menos lejano agrade retornar para recuperar aquellos instantes que tuvieron su significado, no por sencillo menos valioso.













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Tiempo de otoño, bookolia 2020

October 4, 2020

El tiempo es silencioso, casi siempre avanza de puntillas, invisible, y entonces todos los días se parecen. Pero a veces le gusta dejarse ver, y hace guiños cambiando la luz de la mañana, tiñendo levemente el aire.

Ese leve cambio en la luz del atardecer, el ligero estremecimiento que causa un soplo de brisa más fresco, un nuevo matiz en el tono de las hojas…: hay pequeñas señales a nuestro alrededor que hablan del fluir de los días. En su susurro casi inaudible son a veces capaces -basta con mantenerse alerta- de guiar nuestra atención hacia el humilde milagro de lo cotidiano.

De ahí el comienzo de este librito que llevaba seis años (¡seis años ya…! ) casi terminado, porque este sí había sido mi primerísimo proyecto de álbum ilustrado, surgido en 2014 en mi segundo curso con Marián Lario, con quien había probado previamente la experiencia de un módulo breve. En aquellas dos semanas centradas en la composición de la doble página había disfrutado muchísimo, y había obtenido una enseñanza esencial sobre el estilo. No detallaré aquí los caminos por los que llegué a ella; digamos simplemente que vi con claridad que me sentía más cómoda y más honesta si simplemente me dejaba llevar por mi manera natural de hacer las cosas, que implicaba una dosis alta de realismo, otra baja de color, una técnica que me agradase y mi trazo natural, que es expresivo

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Todo ello se da cita en este proyecto, que, al igual que el anteriormente publicado como autora completa, nació sin pensar en una eventual edición. Por eso este es, nuevamente, un álbum íntimo, que en realidad no narra sino un par de días de mi estación favorita, aquella que desde que tengo memoria del fluir del tiempo marca el inicio del ciclo anual. Como para otras muchas personas, tras el verano, septiembre señala para mí la renovación del año. Reanudar la vida escolar, estrenar libros, lápices y cuadernos, mientras la naturaleza alrededor se ralentiza, traía de niña y sigue trayendo ahora la sensación de entrar en una rutina reconfortante que tiñe el exterior de tonos cálidos y se vive también de puertas adentro, al calor del hogar. En mi caso, además, la sensación se refuerza porque mi cumpleaños es el 23 de septiembre, de manera que esa renovación anual se da a menudo literalmente coincidiendo con el equinoccio de otoño.

Así, al plantear el tema del que sería mi proyecto en aquel curso de álbum, recurrí directamente a mis vivencias: no solo a las de mis recuerdos infantiles, sino también a las que había experimentado y vivía entonces, justo en un momento en que veía llegar a su final la infancia de mis propios hijos, que al comenzar este trabajo tenían 15 y 12 años respectivamente. Hay mucho, pues, de mis impresiones de niña ante la nueva estación y lo que traía (esa entrada en un ciclo nuevo, la casa como refugio, el patio del colegio, el misterio del bosque en los paseos con mi padre) y mucho también de aquello que ahora observaba desde el papel adulto: el placer de cocinar, dibujar o leer juntos, de salir a buscar setas o comprar un cucurucho de castañas, o el calor del hogar compartido mientras cada cual se ocupa en su propia tarea, esa sensación tan maravillosamente reconfortante que a veces me estremece aún.

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Sin embargo, aunque basado nuevamente en mis propias vivencias, creo que Tiempo de otoño es a la vez un álbum atemporal que se detiene en la belleza de los momentos aparentemente insignificantes y que, desde esa mirada atenta, anima sutilmente a vivirlos con intensidad.

Esa consciencia de lo pequeño que consigue suspender la fugacidad del instante se muestra aquí en un breve itinerario por los estímulos y sensaciones que la llegada del otoño provoca en la protagonista. Los cambios en el entorno y la naturaleza, que modifican también nuestras rutinas diarias, se presentan en la combinación del texto con imágenes en las que los colores se dosifican sobre el dibujo a carboncillo. La paleta cálida y la técnica natural buscan reforzar formalmente el sentido de los textos que, sin mencionarlo, apuntan al hecho de que vivir es un recorrido en el tiempo, y este no es sino una sucesión de pequeños presentes llenos de sentido.

(Y sí, de nuevo ese fluir constante del tiempo, la voluntad de conservar los momentos que tiende a ser recurrente como tema de fondo en lo poco que escribo… )

Muchos escenarios y personas serán reconocibles para quienes me conocen o comparten mis paisajes cotidianos: las calles de esta pequeña ciudad en que habito desde siempre, los caminos y bosques de la Valdorba que tanto he transitado, los objetos de mi casa, mi familia (en especial mi sobrina Martina e Íñigo). También hay aquí, pues, altas dosis de autoficción, que no impedirá, creo, que los lectores se identifiquen con la protagonista, una niña corriente que simplemente observa con atención y vive con intensidad aquello que la rodea en cada instante.

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En la lista de agradecimientos debo mencionar a mi familia, la que en su momento componíamos mis padres, mis hermanos y yo: ese núcleo en que fui sencillamente feliz y que sin duda asentó mis actitudes esenciales ante la vida, también la atención a lo bello sin pretensiones de serlo. Pero este libro surgió sobre todo desde mi propia familia, donde esas sensaciones de pertenencia abierta se han prolongado y han revivido en nuestras propias rutinas, heredadas o nuevas, y en la que soy también, de otra manera, aunque igualmente sencilla, feliz.

Gracias, por supuesto, también a Luis Larraza, de bookolia, que ha vuelto a confiar en mí y en este proyecto que, como en la anterior ocasión, le había presentado en bruto pidiendo consejo sobre si merecería la pena terminar de ilustrarlo. Tampoco tardó esta vez su respuesta (“me lo quedo”). Ha sido, como en veces anteriores, fácil y bueno compartir pareceres sobre un trabajo que, pese a estar prácticamente cerrado, ha ganado con sus observaciones, especialmente en torno a lo que quedaba por fijar, el envoltorio último del libro, que no es nada irrelevante, y el Pequeño cuaderno de otoño, también salpicado de ilustraciones, para quien desee ampliar su experiencia lectora en su entorno a través de estas sugerencias accesibles mediante QR. También le agradezco su apuesta por la edición en catalán, gallego y euskera, que hará sentir a muchos lectores más cercano lo que se cuenta en sus páginas. Y ahí va de nuevo, junto al agradecimiento a Xavier Basora y Maruxa Zaera, la mención especial a Itziar Diez de Ultzurrun; no solo es un lujo contar con su versión experta, sino que ha sido una alegría retomar -desde el ámbito del álbum ilustrado, quién nos lo hubiera dicho ;)- las buenas costumbres de la amistad a la que nos habían conducido hace ya tanto otros libros.

Gracias también a quienes acompañaron en su primera fase este proceso, a Marián y colegas de los cursos, y a quienes conforman esa red de personas que sostiene de uno u otro modo -con su maestría y saber, su opinión y su consejo, su aliento y su lectura- esta labor creativa a veces tan solitaria.

Aparece este libro en un otoño especial -en una primavera diferente, en el otro hemisferio-, en un otoño raro y también enrarecido, lleno de incertidumbres, también de posibilidades. Cuando fijamos la fecha de su publicación no podíamos imaginar que las miradas se volverían, por necesidad de aliento o por pura limitación, hacia el valor extraordinario de lo cotidiano: la luz de la tarde bañando nuestra casa, el canto de los pájaros, la nervadura de una hoja, la compañía y el calor de aquellos a quienes amamos.








 
















In books, libro, álbum ilustrado, Lij Tags álbum ilustrado, picture book, carboncillo, charcoal, pastel, infancia, otoño
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La cometa de los sueños (Cuento de Luz, 2019)

November 1, 2019

No hace mucho que se ha publicado La cometa de los sueños , editado en español e inglés por la editorial Cuento de Luz, donde he tenido el placer de acompañar con mis ilustraciones los textos escritos por PIlar López Ávila y Paula Merlán.

El trayecto que nos ha llevado hasta la culminación de este trabajo se inició cuando en septiembre de 2018 recibí, un día después de mi cumpleaños, como un regalo ligeramente tardío, un correo de Pilar. Allí me explicaba que estaba escribiendo a cuatro manos con Paula Merlán unos breves relatos que trataban “de reflejar la realidad de muchos niños y niñas de todo el mundo que tienen sueños y esperanzas aun viviendo con dificultades; niños que no pueden ir a la escuela, que tienen que trabajar a pesar de su corta edad, que sufren violencia en las calles, hambre, abandono o falta de atención, pobreza… “. Y continuaba con su idea de que, en el libro, los sueños adoptaran “la forma de una cometa, que es diferente según el lugar del mundo y el sueño de cada niño o niña”. Me proponían realizar un par de ilustraciones para este proyecto solidario que querían presentar a Ana Eulate.

He de decir que tanto la idea como los textos me gustaron: ambas autoras mostraban con realismo y sencillez, pero a la vez con lirismo, las diferentes situaciones y los sueños que habían ideado para sus protagonistas, evitando las soluciones fáciles o los lugares comunes, y dejando al lector la tarea de extraer sus propias conclusiones.

Mi problema, cómo no, era el tiempo, pero realicé las ilustraciones correspondientes a los sueños de Amàlia, una niña portuguesa, y a Mohesiwä, un niño de la tribu yanomami de la selva amazónica.

Primer dibujo para la primera ilustración del libro. Amàlia sueña en una playa de Portugal.

Primer dibujo para la primera ilustración del libro. Amàlia sueña en una playa de Portugal.

Dibujé a lápiz, pensando en colorear con Photoshop, pero me di pronto cuenta de que eso supondría pasar nuevas horas eternas frente al ordenador, algo que ya me corresponde suficientemente en el trabajo, así que decidí probar con la acuarela, que retoqué con rotuladores y lápices de colores.

Las técnicas rápidas al agua me gustan. Me recuerdan a la época, entre los 13 y 15 años, en que recurría a la acuarela con frecuencia, imagino que por la misma razón por la que lo sigo haciendo hoy: por la posibilidad de asomarme a los resultados casi inmediatamente, y por el punto imprevisible del agua. Hacer este libro me ha recordado a aquel tiempo.

Por otra parte, en cuanto a qué representar, había varias opciones: plasmar los sueños de los niños, podía intentarse también una combinación de sueño y realidad… Pero finalmente, pensé que esto tal vez sobrecargaría las dobles páginas, y en caso de optar, me pareció que tenía mayor interés el dar a conocer las diferentes realidades de los protagonistas, que, levemente descritas -más bien nombradas- en los textos, constituían el germen de aquellos sueños y aquello que precisamente queríamos dar a conocer. Cada niña o cada niño de estos breves relatos ve conformados sus deseos por su entorno y sus circunstancias. Intentaría, pues, situar a las personas en su realidad, que da la clave para la medida de sus deseos.

Desde un punto de vista formal, pensé que algunas ilustraciones podrían ir a doble página, pero que otras ocuparían únicamente la página impar, aunque invadiendo con algunos de sus elementos el blanco de la par, y así dispuse la imagen para los sueños de estos niños de Portugal y la Amazonia. Lo explicaba entonces en un correo: “se trataría, puesto que no hay secuencias narrativas, de jugar con diferentes planos, composiciones y escenarios en los distintos textos. No se ha pensado en una paleta uniforme para todo el libro, sino precisamente en reflejar la diversidad también a través del color, y que sea el motivo de la cometa el nexo de unión; pero cabría pensar en ello…”.

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Envié ambas ilustraciones terminadas sin demasiada convicción; pensaba que probablemente la editorial aceptaría el proyecto sugiriendo que lo ilustrara otra persona, lo cual me parecería perfecto, pues tal vez buscaran algo menos “realista” o menos “tradicional”, y así se lo comenté a Paula y Pilar. Por eso me sorprendió la respuesta casi inmediata de Ana, de Cuento de Luz, a quien entusiasmaba no solo el texto, sino también las ilustraciones, de manera que fijamos el final del verano de 2019 como fecha límite para la entrega.

Realicé entonces un storyboard teniendo en cuenta la diversidad de planos, y también esa alternancia que me había propuesto entre ilustraciones dobles y de página impar. (He de decir que mis storyboards no son precisamente muy elaborados, pero suelen mostrar lo esencial, y las modificaciones, aunque las haya, no constituyen cambios drásticos…).

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E inmediatamente me puse a la tarea de documentación y dibujo. En cuanto a lo segundo, quería evitar cambios en el trazo, por lo que decidí terminar lo antes posible las catorce ilustraciones restantes. Y en lo que respecta a lo primero, sabía que requeriría mucho trabajo, pues de bastantes de los escenarios carecía incluso de imagen estereotipada y, en cualquier caso, no deseaba quedarme anclada únicamente en lo arquetípico. Así pues, indagué en las personas -con su indumentaria-, los quince escenarios y circunstancias, urbanos y naturales -con su flora y fauna-, y en sus respectivos elementos. Cada uno de los protagonistas de estos relatos se basa, pues, en muchas niñas y niños reales, pero ninguno responde claramente a una única referencia; algo parecido sucede con los entornos.

Detalle de la ilustración correspondiente a Angola.

Detalle de la ilustración correspondiente a Angola.

Como suele pasarme, el trabajo progresó en función de mi tiempo libre y, sobre todo, de mis vacaciones, pero a finales de marzo contaba ya con los dibujos de todas las ilustraciones del interior, y fue en las vacaciones de Semana Santa, tardías este 2019, cuando comencé a aplicar el color. Con tal diversidad de tipos y lugares resultaba complicado encontrar una paleta uniforme, y eso me inquietaba bastante en cuanto al resultado final, de manera que, para dotar de mayor coherencia cromática al conjunto pensé en conectar las diferentes imágenes a través de algunos tonos.

Por ejemplo, la cometa azul tras los niños de Manila (que no se ve en la fotografía de abajo) y el azul de los cuencos conectan con un azul de la imagen que los precede, y los colores de sus ropas (malvas y naranjas) se integran en el paisaje de Cable Beach, Australia, en el pantalón y la cometa de Jake, y así sucesivamente. En cualquier caso, este es, sin duda, mi trabajo más colorido.

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Tras aplicar la acuarela en un papel no muy apropiado -la idea inicial era Photoshop-, lo confieso (y nunca más me volverá a suceder), volvía a otros materiales: nuevamente grafito, pero también rotuladores finos en algunos casos, y lápices de color -acuarelables o no- , un poco al buen tuntún, según a mi juicio lo iba pidiendo la ilustración.

Proceso para la ilustración del sueño de Xia, en China.

Proceso para la ilustración del sueño de Xia, en China.

Una vez escaneadas las imágenes, inevitablemente tocaba volver al odiado (y amado) Photoshop, para los últimos ajustes: la fase más aborrecible, porque al final de un proyecto nos va ganando la impaciencia. Sin embargo, he de decir que, con las ilustraciones terminadas, no tuve que dedicarle tanto tiempo a estos procesos que cuestan pero mejoran el trabajo manual, con el que tanto he disfrutado en este libro por esa vuelta a modos de hacer que sentía muy lejanos. De hecho, necesitó menos de lo previsto, de manera que pude entregar algo antes de la fecha acordada, lo que ha adelantado también la salida de este libro.

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Indicaba al comienzo del post que desde el inicio el proyecto nacía con la voluntad de contribuir a que los sueños que albergan muchas niñas y niños en diferentes lugares de nuestro planeta pudieran hacerse realidad. Esto es algo que no hemos perdido de vista a lo largo de todo el proceso y que ha tenido un efecto claro en el modo en que he abordado estas historias, pues constantemente tenía la sensación de que la existencia de los protagonistas era concreta y real fuera del papel. Obviamente, no es así en sentido estricto, pero de alguna manera sí lo es: yo sé que Eliasen, Juana, Adilson o Lis existen con otros rostros, pero con las mismas o similares aspiraciones.

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Con el objetivo de que muchos de estos sueños resulten alcanzables, la mitad de los beneficios que corresponden a las tres autoras se destinará a los proyectos que la ONG Agua de Coco desarrolla en favor de la infancia en distintos lugares del mundo, entre ellos, Madagascar, el escenario de una de nuestras historias. También Cuento de Luz realizará generosamente una edición no venal en malgache, lengua nacional de ese país -que comparte oficialidad con el francés-. Es una alegría especial pensar que nuestro trabajo pueda ser leído directamente desde allí por niños como Anja y Tovo, en quienes he puesto tanto afecto que casi han cobrado vida propia.

De hecho, por una vez recordé documentar el proceso, y fue justamente en su caso, de manera que puede seguirse aquí en varios momentos:

Anja y Tovo (Madagascar) a lápiz

Anja y Tovo (Madagascar) a lápiz

Anja y Tovo (Madagascar), proceso de acuarela

Anja y Tovo (Madagascar), proceso de acuarela

Anja y Tovo, acuarela y lápices de color

Anja y Tovo, acuarela y lápices de color

Anja y Tovo (Madagascar), ilustración definitiva

Anja y Tovo (Madagascar), ilustración definitiva

Han sido ya muchas las alegrías vividas en la gestación de este libro; muchos los buenos momentos y las risas que, sin conocernos personalmente, hemos compartido ilustradora y autoras -ellas sí se conocían ya-. Les agradezco su apoyo y su entusiasmo, lo mismo a que a Ana Eulate, a quien también debo agradecer la libertad y la confianza que me ha concedido en estos meses. Solo nos queda esperar que La cometa de los sueños traiga también alegrías a los lectores y permita un mayor conocimiento y comprensión del otro, de muchos otros. Pero además, esperamos que sean también muchos los niños que puedan sujetarse al hilo de esta cometa y volar un poquito más cerca de sus sueños, que a menudo simplemente consisten en alcanzar lo que se entienden como derechos de la infancia: un cobijo digno, alimento, educación, respeto, protección y afecto.

………………………………………………………..

[Cuento de luz publica La cometa de los sueños en papel piedra -sin celulosa, agua ni cloro en el proceso- también en inglés (The kite of dreams) y en malgache, para hacer volar los deseos de los protagonistas y los lectores mucho más lejos].

In books, libro, proceso de trabajo Tags picture book, álbum ilustrado, watercolor, children illustration, childhood
Ilustración para “Para nada más”, de Mar Benegas.

Ilustración para “Para nada más”, de Mar Benegas.

9 Lunas (poemas para esperarte), Litera Libros, 2019

April 29, 2019

Recientemente ha visto a la luz este precioso poemario –cancionero de nanas, en realidad- de Mar Benegas que Litera Libros ha editado con Ibán Ramón a la dirección artística. Creo que estos datos bastan para hacerse una idea del lujo que para mí ha supuesto encargarme de representar estos meses de espera dilatada, de sueños, rarezas, alegrías y temores que supone un embarazo.

Diseño y fotografía de Ibán Ramón.

Diseño y fotografía de Ibán Ramón.

Juan Romero, a los mandos de la edición, tenía claro que deseaba un libro especial, y considero que ha conseguido llevar ese deseo a buen puerto a lo largo de este año completo de travesía. En mi opinión, el resultado mantiene un equilibrio entre la tradición y la innovación, en la medida en que es reconocible en él un formato clásico en el libro de poesía a la par que incorpora con acierto algunos elementos que son marca de la casa Litera y otros que se corresponden con la naturaleza del contenido: en un libro pensado esencial pero no exclusivamente como un acompañamiento del embarazo, casi todo responde a la idea de dilatación del tiempo que quien ha vivido esta espera conoce bien. El libro refleja así la expansión de los meses, de los días y de las horas al espaciarse en él poemas e imágenes, también vacíos. Pero en él hay mucho más.

Poemas de Mar Benegas. Fotografía de Ibán Ramón.

Poemas de Mar Benegas. Fotografía de Ibán Ramón.

La lectura de los poemas de Mar me emocionó. Ese primer acercamiento lo realicé como pura receptora del texto, evitando conscientemente poner la mirada en el papel que me correspondería representar luego. Ilustrar poesía es un regalo, pero supone tomar determinaciones acerca de cómo va a abordarse la tarea en cada caso. Entraña, desde luego, un reto: el de coreografiar un baile de imágenes con imágenes, y se ha de decidir el grado de literalidad, de cercanía o, al contrario, de desarrollo de ideas nuevas que tal vez no estén en los poemas, pero que estos han podido sugerir. Y quise, en primer lugar, dejar que la palabra sugiriera a mi yo lector.

No me corresponde a mí –ni me siento capaz de ello- dar una explicación crítica de estas nanas: ya he dicho que su lectura me conmovió por la forma y por el fondo, por las sensaciones y recuerdos que despertaron. Si emoción y belleza son precisamente aquello que esperamos esencialmente de la poesía, estas nanas las encierran y las convocan.

Ilustración para “Tiempo”, de Mar Benegas.

Ilustración para “Tiempo”, de Mar Benegas.

En cuanto a la ilustración, he intentado acompañar la lectura con una herramienta sencilla que probablemente sea mi favorita, el lápiz, y apenas algo de color. Unas veces me he situado más cerca del texto -la lectura dará cuenta de esos casos-, en general, interpretando un elemento de entre los mencionados o creados en los poemas.

Ilustración para “Deseo”, de Mar Benegas.

Ilustración para “Deseo”, de Mar Benegas.

En otras ocasiones, he buscado aportar algo a mi manera acerca de este lento discurrir del tiempo en el que el corazón oscila entre la atención extrema a lo más internamente sensorial, de un lado, y la ilusión que se proyecta, de otro, hacia todas las dimensiones posibles de un futuro compartido.

Ilustración para “Canción para saber dónde”, de Mar Benegas.

Ilustración para “Canción para saber dónde”, de Mar Benegas.

Las ilustraciones siempre surgen, en cualquier caso, de los poemas: de una imagen o de una sensación, aunque las haya en ocasiones vinculado directamente con mis propias experiencias y alejado a primera vista así del texto. Sin ir más lejos, las abundantes referencias a la costura entroncan con algunas menciones de los poemas, pero son, en su profusión, reflejo personal de esta actividad que, en mi caso, realicé casi exclusivamente durante el tiempo del embarazo, cuando también recuperé, por ejemplo, para la cuna de mis hijos un antiguo sonajero de plata que a su vez mi madre había recibido en su propia espera. En mi caso, y creo que en general, el embarazo es una experiencia radical, a veces ni perfecta ni totalmente gozosa; por eso he disfrutado y a veces he sufrido también -pero los obstáculos incluyen igualmente cierto gozo de la exigencia- en la búsqueda y el camino que entrañaba este trabajo.

Ilustración para “Canción para saber cómo”, de Mar Benegas.

Ilustración para “Canción para saber cómo”, de Mar Benegas.

Solo resta esperar que este libro acompañe muchas esperas, evoque los mejores recuerdos o sencillamente traiga hermosas lecturas a quien desee desplegar su blanco envoltorio.

Diseño y fotografía de Ibán Ramón.

Diseño y fotografía de Ibán Ramón.


In books, libro, metáfora, proceso de trabajo Tags poesía, poetry, lullaby, nana, lápiz, pencil
cubierta13326OK.jpg

13326 (bookolia, 2017)

January 17, 2018

 La propuesta para ilustrar 13326 –que aunque suene a título de distopía no es otra cosa sino el código postal de Montiel-  llegó a finales del curso pasado -por cursos sigo concibiendo yo el transcurrir del tiempo-, acompañada de dos de los relatos de Luis Fernando Redondo que componen este libro y de la indicación de que no habría color. La lectura de “La soga” me llevó de inmediato a ese país rural que muchos de nosotros guardamos en la memoria asociado a la infancia en blanco y negro, y que aún a veces creemos reconocer cuando un aroma -de los campos cosechados, de un guiso, del jabón de pieza- nos transporta desde el pueblo actual, inevitablemente transformado -calles asfaltadas, puertas cerradas, antenas parabólicas-, al pueblo de nuestra infancia, inevitablemente idealizado.

Sí, “la soga” abrió las puertas a la nostalgia. Su bella prosa, además, incluía algunos toques de ironía que me cautivaron, y el conjunto de estos factores me llevó a aceptar este encargo que Luis Larraza, de bookolia, sugirió que realizara en tinta.

Pero se dio la circunstancia de que justamente aquella semana se me había ocurrido recuperar, por aquello de aligerar el estrés de mayo y junio, la antigua costumbre de dibujar con bolígrafo, y había comprado un bic negro de los de toda la vida, como el que solía emplear en los dibujos que hacía en clase en los tiempos remotos en que fui exclusivamente estudiante (nunca he dejado de serlo, me temo). Por el mero placer de dibujar había trasladado una fotografía de Juan Rulfo, combinando el bolígrafo con la tinta, y me había sentido a gusto. A veces me sucede que son los materiales o los motivos los que se me imponen; en este caso, me apeteció seguir con esta técnica mixta de tintas y, en pleno final de curso, hice caso a esa apetencia.

Llegaron los demás relatos, salpicados de localismos, y esto entroncaba, además, con mi trabajo filológico -a Montiel le corresponde otra cifra: es el punto de encuesta 608 del ALECMAN ;)- y la evocación también en el discurso de los personajes no hacía sino enraizarlos con mayor autenticidad en su geografía y en su condición. Con los relatos llegó también el contacto con el autor, que me insistió desde el inicio en la libertad que me concedía para ilustrar sus textos. Sin embargo, la ubicación en la localidad era clara, y varias las referencias a lugares concretos de los que carecía de experiencia vital, por lo que me apresuré a echar un primer vistazo a lo que Google pudiera ofrecerme sobre el lugar, pero también sobre la España rural de la posguerra a los setenta, mientras ojeaba libros de fotografía en blanco y negro y esperaba algún material personal del escritor.

Y así, con estos y otros recursos (fotografías que yo misma he realizado a mis pacientes modelos habituales, algunas que he tomado prestadas a amigos…), además de con tinta –de bolígrafo, china, de rotulador acuarelable o lo que surgiera-, se han ido construyendo las diez ilustraciones para 13326.

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En general, sobre los fondos tomados de fotografías del Montiel real de ahora o de antaño he situado los diferentes personajes. Casi siempre he abordado directamente a tinta el trabajo, aunque en algún caso el dibujo se planteó de modo ligero a lápiz; en cualquier caso, he intentado mantener la soltura de la que disfruto especialmente con la tinta.

Proceso para "Charolín y Mediasuela".

Proceso para "Charolín y Mediasuela".

He de decir también que, en un guiño al país en que Luis Fernando Redondo reside y al origen de esta serie, que explicaba más arriba, el edificio abandonado de “El latido” se basa en uno captado en México por la cámara de Juan Rulfo, de quien confieso haber conocido esta faceta no hace tanto.

Despoblado UPB.jpg

Por su parte, el interior reflejado en “La costumbre” es homenaje directo al del  Desnudo provenzal , de Willy Ronis, cuya luz recoge magistralmente la que yo recuerdo en aquella casa nuestra del pueblo, entrando a raudales para romper la oscuridad de los postigos y revivir el brillo y la vida de los objetos de siempre, que han pasado a ser ya los del pasado.

Ilustración para "La costumbre", basada en el "Nu provençal" de Willy Ronis (1936).

Ilustración para "La costumbre", basada en el "Nu provençal" de Willy Ronis (1936).

Sin embargo, como ya señalaba; la concreción de los personajes que aparecen en el libro, procede de mi entorno próximo, al que debo agradecer bien la provisión de imágenes personales (gracias, Ana Rodríguez-Haikuzero, por la de "Charolín y Mediasuela"), bien la paciencia con que acepta posar según mis indicaciones; sin ir más lejos, este brazo que a menudo mueve el arco del violín empuña aquí una navaja en la noche montieleña (en realidad, un cuchillo en mi cocina pamplonesa ;) ).

Zapatos domingos grises UPB.jpg

A la diversidad de temas, situaciones y tonos de los textos, he intentado responder del mismo modo en este otro lenguaje, y siempre, desde una distancia de miles de kilómetros o de unos cientos, he recibido la respuesta entusiasta del autor; también la respuesta sincera del editor cuando lo que he planteado han sido dudas sobre mi trabajo. Ambas agradezco de corazón.

Confío en que quienes lo hayan conocido, reconozcan en este libro –también en la parte que me corresponde- algo de ese tiempo de tapetes de ganchillo y sábanas recias de algodón, de colchones de lana, tardes a la fresca y cascos de mula resonando en la calle. Conocerán o reconocerán también el campo actual, la sensación de regreso y de reencuentro, la nostalgia de quien, desde la distancia del tiempo o del espacio, por virtud de ese lazo inquebrantable que se trenza en la infancia, nunca olvida las calles que fueron testigos de nuestros primeros juegos.

 

 

NOTA: Un periodista en el bolsillo se hizo eco de la publicación de 13326 a través de una entrevista que puede leerse aquí; vaya aquí también mi agradecimiento a José Antonio Barrionuevo por su difusión constante de todo lo relacionado con la ilustración. 

In books, proceso de trabajo, work process, libro Tags ink, tinta, narrativa

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